AVISO: Están renovados hasta el capítulo 9. El resto de capítulos están como antes. Iré avisando según renueve más capítulos.

domingo, 13 de marzo de 2011

Capítulo 6: Chevalier

Nota de la autora ~> Siento mucho el subrayado blanco que aparece a mitad del capítulo. No creo que sea MUY molesto, pero no consigo eliminarlo. Si alguien sabe cómo, que me lo diga por favor. Gracias por leer y perdón por la molestia n_nU



— ¿Qué demonios haces tocando mis cosas?
Estaba enfadado. Y según su ceño se pronunciaba y se le marcaban las venas del cuello, el enfado crecía. Scarlett dejó de inmediato el libro en el estante de donde lo había sacado.
—Lo siento, no pretendía parecer maleducada.
—Pues lo has hecho. ¿Se puede saber quién eres y qué haces aquí?
Scarlett se sentía intimidada por la presencia del chico. Era más alto que ella, pero no mucho y no tenía una constitución fuerte como para asustarla, sino que era más bien delgado. No obstante, lo que sí tenía eran unos ojos color avellana audaces y fieros que la observaban sin parpadear. Era su expresión lo que intimidaba.
—Me llamo Scarlett, me trajeron aquí los otros Guardianes y…
— ¿Te detuvieron? —la interrumpió él.
Scarlett meditó un poco la respuesta. Ni ella misma estaba muy segura de si estaba detenida o no, a pesar de las palabras del capitán.
—No…
El chico se cruzó de brazos y dio varios pasos hacia ella. Scarlett retrocedió automáticamente. Tenía un aire extravagante, incluso sus ropas, un traje azul marino con chaqueta de terciopelo y zapatos negros muy pulcros.
— ¿Entonces qué pintas aquí? ¿Te dieron permiso los otros Guardianes para husmear en mi biblioteca, también? ¿O será que te has escapado de una celda…?
La espalda de Scarlett chocó contra una mesa y se dio cuenta de que ya no podía seguir retrocediendo, aunque el joven siguiera avanzando hacia ella.
—Estoy aquí como testigo de uno de los presos y no estaba husmeando.
Puede que el chico la intranquilizara, pero no quería permitir que le hablasen en ese tono.
— ¿Sabes a que me huele a mí? A mentirosa. —con un ademán brusco, cogió el libro que Scarlett había estado leyendo de le mesa y lo colocó en la estantería sin perderla de vista—Los testigos se quedan en el despacho del capitán a lo máximo, no tienen vía libre para fisgonear por la casa.
— ¡No estaba fisgoneando! ¡Me han dado permiso para…!
Había empezado a elevar el tono sin darse cuenta y el chico la agarró por un brazo y la llevó a rastras hacia la puerta.
— ¡Soltadme!
—Cállate. —dijo con rabia. —Voy a sacarte ahora mismo de esta casa, fisgona.
Antes de que llegase a la puerta, esta se abrió de golpe y por ella apareció el capitán de la Casa, flanqueado por Chelsea y Mark.
—Suelta a la chica, Julian. —dijo, manteniendo la compostura pero con un tono claramente amenazador.
El llamado Julian no se lo pensó dos veces antes de soltarla. Scarlett se tocó el brazo, dolorido por donde la había estado agarrando y se alejó del muchacho, situándose por instinto al lado del capitán.
—Me gustaría tener una reunión general en cuanto llegue María. Tengo sospechas sobre algo de suma importancia, relacionado con Scarlett aquí presente. —dijo Dáranir señalándola.
Scarlett esquivó como pudo las miradas curiosas –y acusadoras- que le llegaron.
«Yo no he hecho nada malo» se repetía. «Si quisieran juzgarme por vivir en Ozirian a pesar de mi condición de humana, ya estaría tras barrotes»
— ¡Ya estoy aquí! ¡Que dé comienzo la reunión!
La pequeña muchacha rubia entró como un torbellino en la biblioteca. El hombre más voluminoso (Scarlett estaba casi segura de que su nombre era Mark) sonrió ante su llegada, mientras que el más delgado que había sido tan rudo con ella puso los ojos en blanco.
El capitán dio una palmada y se sentó en la cabecera de una de las mesas de biblioteca. Los otros Guardianes se situaron cada uno al lado de una silla, pero ninguno se sentó. Scarlett decidió seguir el ejemplo y se colocó en el único sitio que quedaba libre, la otra cabecera.
—Bien. Para Julian ,que no lo sabe, hemos encontrado uno de los medallones de la familia Chevalier. Nada más y nada menos que en las manos de esta joven.
Julian le lanzó una mirada cargada de odio.
— ¿Y por qué nos molestamos en charlar con una ladrona?
Scarlett quiso interrumpir y defenderse, pero vio que el capitán iba a continuar hablando y no lo consideró prudente.
—Porque no es una ladrona. Y creo que por si no te has dado cuenta, es humana.
La pelirroja empezó a entrar en pánico. Hasta el momento, ninguno lo había mencionado y ella casi tenía la estúpida esperanza de que la hubieran tomado por un ente humanoide. Para su sorpresa, la mirada y el tono del tal Julian parecieron suavizarse, todo lo contrario a lo que había esperado.
—Era de suponer… ¿y qué hace aquí? No es que sea de mi agrado tener que ejecutar a uno de los nuestros, pero la ley dice que…
Dáranir lo interrumpió.
—La ley, por desgracia, no se aplica de la misma forma a los nobles.
Todos en la sala, menos el hombre corpulento, se miraron entre ellos confusos. Scarlett la que más.
—Discutible, ¿pero qué tiene que ver? —continuó el joven.
El capitán sonrió con cierto misterio y extendió los brazos, abriéndolos hacia Scarlett. Los Guardianes se giraron hacia ella.
—Es noble.
Scarlett estaba perdida en la conversación. No entendía por qué la estaban mirando tan fijamente, como si todas las respuestas estuvieran en su cara. Puso la silla por delante, como para escudarse de sus ojos y como vio que nadie hablaba, supuso que era un buen momento para hacerlo ella.
— ¿Os referís a mí?
— ¿A quién si no? —preguntó el capitán como si fuera obvio.
—Disculpad mi rudeza, señor, pero yo tengo de noble lo que vos de granjero.
Por un momento pensó que había sido demasiado atrevida al decirle eso a un líder de la Guardia, no obstante, su comentario fue recibido con risas suaves por parte de este mismo, la Guardiana rubia y el hombre alto. Los otros dos permanecieron serios.
—Tal vez. O tal vez no. Julian, tráenos el tomo de Arkiria de las Líneas de Sangre de la Guardia.
Julian obedeció y se puso a buscar entre las estanterías. Poco después apareció con un libro grueso y viejo, pero sin una mota de polvo encima.
Dáranir lo abrió sobre la mesa, girándolo para que quedara el lado derecho hacia Scarlett. Mientras pasaba las páginas, fue explicándole el contenido de libro.
—Estas son las Líneas de Sangre de los Guardianes del reino de Arkiria. Significa que cada Guardián, sin importar su rango, está entre estas páginas y que cada líder tiene aquí su árbol geneológico y sus hazañas. Pero lo que más detallado viene son los miembros de la familia fundadora de Arkiria: los Chevalier.
—Mmm… ¿qué es una familia fundadora?
Julian tosió como para protestar por semejante ignorancia. Dáranir, sin embargo, sonrió con amabilidad.
—Fueron cuatro familias de nobles, una proveniente de cada reino, las que fundaron hace doscientos años la Guardia. María, por ejemplo, —la mencionada levantó la mano—viene de la familia fundadora de Ozirian, los Geneviev.
—Aunque no lo parezca. —añadió Julian.
— ¡Oye!
Tras un codazo bien merecido, el capitán prosiguió. Había llegado a la página que quería. En ella se veía un retrato de una mujer de mediana edad, de porte sobrio y expresión severa, que ocupaba toda la hoja. En la hoja siguiente todo era letra y un árbol algo abstracto en el que había nombres entrelazados con líneas que simulaban las ramas.
Dáranir señaló con un dedo a la mujer.
— ¿No te recuerda a alguien?
Scarlett se inclinó sobre la mesa para observarla mejor. Era una dama elegante, a la vez que feroz por su mirada, e indudablemente bella, aunque no una belleza exuberante, como la que poseía su amiga, la ninfa Larissa, sino sencilla y natural. Desde luego no creía que hubiera muchas personas que tuvieran esa presencia y Scarlett estaba segura de no haber conocido a ninguna. Podría ser solo una mera imagen, mas ella casi podía sentir la fuerza y la dignidad de aquella mujer.
—Lo siento, no me recuerda a nadie. —dijo con total seguridad.
— ¡Se parece a ti! —declaró María.
Dáranir caminó hasta su lado y le acercó un poco más el libro, pidiéndole que se sentase.
El resto de Guardianes se juntaron alrededor de su silla, lo que la incomodó bastante.
—Es cierto. —admitió Chelsea, la segunda al mando.
—Hay cierta semejanza…—dijo Julian, no muy convencido.
—Es pelirroja…—fue lo único que pudo ver en común Scarlett. Cogió un mechón de su propio pelo y los comparó. —Pero no es como yo. Su cabello es cobrizo y el mío es rojo.
La mujer del retrato tenía una melena larga hasta el pecho, de un cálido color anaranjado y lisa como una tabla. La cabellera de Scarlett era de una tonalidad totalmente diferente, lisa, pero mucho más rebelde y desordenada que la de la imagen.
La mujer carecía de pecas y tenía una piel más pálida que la suya, aunque no tanto como se podría esperar de una noble. Scarlett comprendió que debía haber pasado muchas horas trabajando bajo el sol, como ella.


—Fíjate en sus ojos, son iguales a los tuyos. —le indicó el capitán—Y la forma de la cara, vuestro rostro es casi idéntico.
Scarlett seguía sin creérselo.
— ¡Oh, vamos! —la apuró María—¡El parecido es claro! ¿Hace cuánto que no te ves en un espejo?
—En el campo no solemos tener espejos, mi señora.
— ¿M-mi señora? —dijo horrorizada—Dáranir, ¿qué has hecho? ¡Ahora piensa que por ser de una familia fundadora soy la reina!
Julian suspiró cansado de la situación.
—Imposible confundirte con la realeza, descansa tranquila.
El capitán los ignoró y con delicadeza llevó a Scarlett hasta un espejo enorme que había en la propia biblioteca. El marco bañado en bronce y la fina decoración la dejó embobada. Jamás había visto una artesanía tan delicada y hermosa. Dáranir le indicó que mirase su reflejo, y así lo hizo.
No estaba acostumbrada a verse en una superficie tan lisa y limpia, por lo que tardó un poco en habituarse a verse a sí misma. Admitió que en parte tenían razón: los ojos verdes que le devolvían la mirada eran iguales a los del retrato, solo que no compartían la intensidad de la expresión. Lo mismo pasaba con las facciones: la misma cara redonda, la nariz recta y los labios carnosos pero pequeños.
—Se parece a mí.
—En realidad, —contestó el capitán volviendo hacia la mesa y el libro—te pareces tú a ella.
— ¿Pero por qué? —preguntó, apartándose del espejo. — ¿Quién es ella?
—Selendre Chevalier. Fue la última capitana de la Casa Esmeralda, en el reino de Arkiria. Tiene múltiples títulos, también fue la última Elementar del Fuego que se haya conocido.
Scarlett recordaba algunas historias que Larissa le había contado sobre los Elementar. Pero a ella siempre le habían sonado a cuentos para niños, aunque le gustaba pensar que eran reales y que existía tal magia allá afuera.
—Julian, lee en alto el árbol genealógico de la capitana Chevalier, por favor.
Julian comenzó la lectura:
—Selendre Chevalier, hija de los Guardianes Daren Chevalier y Unma Chevalier. Casada con Énezor, un Guardián de la Casa Zafiro que al contraer matrimonio cambió su apellido por el de ella y cambió su Casa. —hizo una pausa—El matrimonio tuvo tres hijos, dos varones, el primogénito Énizur, el segundo Valtor y una niña, Rouna. Énizur no se casó ni tuvo descendencia, aunque sirvió como Guardián en la Casa Esmeralda, Valtor falleció en batalla y Rouna se casó con Jeffro, un Guardián de la Casa Escarlata.
Scarlett sentía que la cabeza empezaba a darle vueltas. Demasiados nombres, demasiadas relaciones y ya estaba algo perdida. Aún así, continuó prestando atención.
—Ahora viene lo interesante. —dijo Dáranir.
—Del matrimonio de Rouna y Jeffro nacieron…—Julian se calló abruptamente. Releyó varias veces lo que venía a continuación para sí mismo. —No me lo creo.
Dáranir sonrió.
—Continúa.
El muchacho se aclaró la garganta y siguió.
—Nacieron Aiden, Scarlett y Minna Chevalier.
—No puede ser. —murmuró Chelsea.
—Oh, pero es. —confirmó Dáranir.
Scarlett no pudo evitar acercarse a mirar por sí misma aquel extraño árbol. Por supuesto, sin apenas saber leer, poco pudo entender.
— ¡Por todos los Dioses! ¿Es ella esa Scarlett? —chilló María.
— ¡Yo no soy ella! —respondió Scarlett.
— ¡Por eso te pareces tanto a Selendre! ¡Dioses míos, es tu abuela!
—Calmaos todos. —ordenó Dáranir elevando la voz por encima de los murmullos y gritos que se iban formando—Scarlett, ¿te encuentras bien?
—Sí.  Pero creo que ha habido un enorme error, capitán. Enorme.
El capitán le puso una mano sobre el hombro para reconfortarla. Scarlett lo miró con el ceño fruncido, cada vez más confusa con toda aquella situación que parecía una locura.
—Ahora entiende por qué me gustaría que te quedases aquí unos días. Sin duda esto es demasiado que asimilar tan de repente, incluso para nosotros.
—Yo no soy ella. —repitió Scarlett.
—Será mejor si tenemos una conversación más tranquila. Esto va a llevar tiempo. —hizo una seña con la cabeza y los Guardianes salieron de la biblioteca cada cual más estupefacto que el anterior—A veces les gusta demasiado montar alboroto.
Scarlett asintió, en silencio, pero se negó a sentarse cuando Dáranir apartó una silla para ella. Estaba demasiado confusa y nerviosa, y se puso a andar de un lado a otro de la habitación. Por el contrario, el capitán se sentó pacientemente en un sillón de cuero y esperó a que se calmase.
De vez en cuando, pasaba por delante del espejo y se miraba de reojo, buscando alguna similitud en su rostro sucio y común con el de la mujer fiera y digna del retrato. Imposible.
—Puede que todo sea una coincidencia…
Dáranir sonrió agachando la vista.
—Sí, es posible. Te pareces a Selendre Chevalier, aunque no lo veas, pero podría ser una coincidencia. Una broma del destino.
— ¡Exacto! —lo apoyó ella, cruzándose de brazos. Casi parecía aliviada.
—Y puede que el que tengas el medallón de los Chevalier desde que tienes memoria sea una coincidencia, también. Y que no conozcas a tus padres, ni a tu familia. Oh, y que la hija mediana de Jeffro y Rouna Chevalier se llame Scarlett.
Scarlett se mordió el labio inferior y volvió a darle la espalda. Habló así, porque no se sentía en condiciones como para decir lo que tenía que decir cara a cara. Estaba incómoda en aquella situación. Toda su vida había sido una campesina que vivía alejada del mundo, en su granja, una vida apacible y tranquila, sin dar problemas ni encontrarse con ellos. En unos días, había estado a punto de perder esa vida en dos ocasiones y ahora estaba en una Casa de la Guardia, con el mismísimo capitán de esta diciéndole que podría ser la hija perdida de una honorable familia de Guardianes.
—Esto es de locos. —dijo en bajo.
—Si te sirve de consuelo, yo estoy igual de sorprendido. Cuando me levanté hoy por la mañana no suponía que encontraría a la última Chevalier rondando por mi ciudad.
—Esperad un momento… ¿la última? ¿A qué os referís con eso?
La expresión de sorpresa de Dáranir le dejó claro que esperaba que ella ya lo supiera. Pero la sorpresa fue transformándose en compasión y eso le infundió un miedo desconocido para ella hasta ahora. No era estúpida, se intuía a qué se había referido el capitán.
—Es de conocimiento común, pero…la familia de los Chevalier murió en un accidente hace once años en la mansión.
Scarlett se sentó abruptamente al lado de Dáranir, mirando al suelo y a sus zapatos descosidos. La noticia le dolía, aunque sabía que su dolor era un sinsentido. No los conocía de nada, y a cada minuto que pasaba en esa lujosa Casa, más fuertes eran sus ganas de volver a su vida sin altercados.
—Capitán, cada vez comprendo menos la situación…si la familia murió en ese accidente, ¿por qué esperáis que yo sea la hija de ese matrimonio? —dijo mientras el dolor se entremezclaba con el enfado y el sentimiento de que se estaban burlando de ella. Tal y como se había sentado por la fuerza de la noticia, se levantó—Si deseáis encontrar una heredera, excavad en una tumba.
El capitán, lejos de ofenderse por sus palabras o su comportamiento impertinente (Scarlett bien sabía que acaba de ser maleducada con un noble, e increíblemente, empezaba a darle igual), se levantó, recogió el libro de los linajes de sangre y se lo entregó.
—Yo tampoco sé cómo sobreviviste, Scarlett. ¿Por qué murió tu abuela, la Elementar del Fuego, en un incendio, y sobrevivió una niña de seis años sin poder alguno?
Scarlett estrechó el libro contra su pecho, quizá intentando aliviar el pequeño pero molesto dolor punzante que se acumulaba en su corazón.
— ¿Fue un incendio?
—Eso me temo. Un desafortunado accidente que acabó con la vida de un linaje entero en un solo día. Fue una tragedia terrible. Sin embargo, eso ocurrió hace más de una década, y ahora estás aquí, este es el presente y es lo que importa. Por favor, quédate. Si eres una Chevalier, tu lugar está con nosotros.
Scarlett frunció el ceño. Acababa de escuchar una mentira. Era una humana en un reino de entes, su única amiga era una ninfa, pero no podía entrar el bosque, porque el resto de ellas despreciaba a los humanos, no podía pasear libremente por la ciudad porque podrían arrestarla y matarla.
—Yo no tengo un lugar aquí, Capitán. Soy humana.
—Estoy al tanto.
— ¿Y por qué mi cabeza sigue sobre mis hombros? —Scarlett no le dio tiempo a responder. Ya la habían visto, ya no tenía mucho que perder—Porque creéis un cuento fantasioso sobre herederas nobles perdidas. ¿Y si no lo fuera? ¿Y si resultase ser en verdad solo una granjera, con sangre común, una campesina por dentro y por fuera? ¿Seguiría mi cabeza en su sitio?
Dáranir quedó un tanto perplejo. No acostumbraba a encontrar a gente de clase baja que respondiese de aquella manera a los Guardianes. Él solía ser amable, pero el miedo era imposible de quitar cuando es la misma institución en la que trabaja la que lo imparte. No obstante, notó como los hombros de Scarlett temblaban ligeramente, y como su vista seguía fija hacia abajo, aunque su tono fuera algo impertinente y lo que decía estuviese juzgando un sistema de leyes muy por encima de ella.
—Tendrías una semana para abandonar este reino e ir a Regardezt o Narendil, reinos de humanos donde te correspondería estar.
Scarlett alzó la vista, sin duda no esperando esa respuesta.
— ¿Y si no abandonase tras pasar los siete días?
—Entonces, ejecutaríamos la ley.
Los temblores de la muchacha aumentaron.
—Pero es imposible cruzar el Muro sin ser vista.
Dáranir asintió.
Scarlett sonrió con amargura. Sentía que podía decir lo que pensaba, porque como el mismo capitán acababa de asegurarle, si el destino se tornaba en su contra, y resultaba no ser quien ellos creían que era, estaría condenada a muerte.
—Entonces rezaré por ser la Scarlett que esperáis que sea.  ¿Cómo podríamos comprobarlo?
El capitán le puso las manos sobre los hombros, en un intento de parar sus temblores, pero Scarlett desconfiaba ahora de él, y solo lo empeoró. Al darse cuenta de esto Dáranir, se separó de ella.
—Para mí hay pruebas más que suficientes. Sin embargo, si tan preocupada estás, enviaré misivas a algunos antiguos amigos de la familia Chevalier, y que nos den su opinión. Si ellos también te creen la verdadera Scarlett Chevalier, no tendría sentido que siguieras albergando dudas, ni tampoco nosotros.
La joven pelirroja aceptó.
—Me gustaría hablar con el preso.
—Por supuesto. Aunque mantente a una distancia prudencial, enviaré a Jul…mejor, a María,  contigo. —Dáranir soltó un suspiro—Julian puede ser algo difícil de tratar, pero estoy seguro de que harás buenas migas con María. Es una chiquilla encantadora.


María era tan encantadora como la había descrito y como a Scarlett le había parecido al conocerla. A Scarlett le agradó su compañía, pues no mencionó en ningún momento a los Chevalier, ni la conversación que se había mantenido en la biblioteca. Solo la guió al piso inferior, por el túnel de la izquierda, a las mazmorras. Giraron varias veces, tomando varios pasillos, y Scarlett se sorprendió una vez más de lo grande que era la casa aunque no lo pareciera. Ella, acostumbrada a las cosas más pequeñas, pero también más acogedoras, se preguntaba para qué necesitaban tanto espacio cinco personas.
Al decir esto en alto, María se había reído y había comentado que también vivía allí su tía, quien resultaba ser por otra parte la cocinera.
—Aquí están las mazmorras…mmm… ¿qué había dicho Chels? ¿Celda seis?
—Creo que era la siete.
— ¡Lo que yo decía!
Scarlett sonrió. Desde que había entrado en aquella casa se había sentido tan incómoda que no había sonreído de forma natural ni una sola vez. En parte tenía miedo, todos la intimidaban: el capitán, por su posición y autoridad, la segunda al mando, por su seriedad y su carácter estricto, y el joven Julian, porque él en sí era intimidante, y grosero.
María era todo lo contrario a cualquiera de ellos y a lo que Scarlett se habría imaginado por un Guardián. Era la única persona que no veía como una amenaza, simplemente era una persona. Scarlett se permitió relajarse junto a ella.
—Aquí estamos, celda siete. ¡Ey, tú, despierta! La señorita ha venido a hacerte una visita.
El prisionero abrió los ojos bostezando.
—Qué afortunado soy.
—Tengo que quedarme aquí por seguridad, no te acerques a las rejas.
—De acuerdo. —Scarlett se arrodilló para poner su cara al nivel de la del prisionero. Este se acercó y agarró los barrotes. —Eh…hola.
Se miraron a los ojos unos segundos, y acto seguido el preso empezó a reírse. Soltó las manos de los barrotes y se sentó cruzando las piernas. Parecía de buen humor.
—Hola. —le respondió.
—Hola.
Preso y muchacha se giraron algo confusos al oír a María saludar. El preso volvió a reír.
— ¿Esa también es una Guardiana? —le preguntó a Scarlett.
— ¡Lo soy!
—Lo es.
—Vaya. Bueno, señoritas, seré cortés y me presentaré. Creo que no lo he hecho hasta ahora. Mi nombre es Kira. —fingió estarse quitando un sombrero invisible y Scarlett vio las cadenas que llevaban en las muñecas—¿Con quién tengo el placer de estar hablando?
—Me llamo Scarlett.
Scarlett tenía la sensación de que no paraba de presentarse últimamente. Al oír su nombre, algo extraño brilló en los ojos azules del prisionero. Fue tan breve, que Scarlett creyó habérselo imaginado.
— ¿Algún apellido detrás de ese nombre?
Scarlett negó con la cabeza. El llamado Kira suspiró.
—Seguro que no. —dijo misteriosamente.
— ¿Kira? —el susodicho elevó la vista hacia ella—Voy a intentar ayudarte, pero me gustaría saber por qué me salvaste esas dos veces. Ni siquiera nos conocemos.
—Bueno, ahora nos conocemos. Digamos que soy un buen samaritano.
Entonces María intervino en la conversación.
— ¿Un buen samaritano es un delincuente? Creo recordar que estás acusado de robo, allanamiento de morada, resistencia a la autoridad, escándalo público…y podría seguir un buen rato.
Scarlett se volvió a preguntar si hacía bien en intentar liberar a alguien así, pero le debía la vida y tenía que pagárselo.
—Todo es relativo, rubita. Ellos opinan que una pelea en la taberna de una bruja es escándalo público, yo opino que es entretenimiento y ejercicio para los músculos. Además, encuentro la resistencia a la autoridad terriblemente atractiva. —sonrió con golfería y se encogió de hombros, lo que le dio cierto aire infantil.
La “rubita” puso los brazos en jarras y se inclinó hacia delante, desafiante.
—Si tuvieses una pelea de verdad se te quitarían las ganas de infringir las normas.
El preso se echó a reír.
— ¡Guau! ¿Te gustaría ser la que me quite las ganas de infringir las normas?
—No se me permite matar prisioneros.
Scarlett estaba perpleja por el rumbo inesperado que había tomado la conversación. Ambos hablaban de forma casi amistosa, como si fueran dos viejos amigos que pelean a menudo. Se alegró de la decisión del capitán de hacerla bajar a las mazmorras con María. Estaba segura de que la charla habría tomado un camino muy diferente si fuera Chelsea o Julian los que estuvieran allí en ese momento.
—No soy tan fácil de matar, créeme. Pero es un trato. Cuando salga de aquí te daré la oportunidad de patearme el culo.
María se crujió los nudillos con una sonrisa engreída.
—Con gusto, aunque yo en tu lugar no tendría tanta seguridad en salir de aquí.
—Nuestra amiga pelirroja me ayudará, ¿verdad?
—Intentaré librarte de los cargos de asesinato. —dijo, incorporándose—Mas las otras cosas que hayas hecho para merecer estar tras las rejas no me incumben.
Kira hizo una mueca.
— ¡Qué fría! Y yo que pensaba que me ibas a defender. Bueno, mala suerte. Tendré que recurrir a mi encanto personal y seducir al capitán.
María tuvo que ponerse una mano sobre la boca para no reír ante el espontáneo comentario. Scarlett tampoco pudo evitar una sonrisa.
— ¡Suerte con eso!



***


Tras hablar con el prisionero, Kira, Scarlett había querido dar de una vez su testimonio, pero el capitán la había hecho esperar hasta el día siguiente. Entre tanto, le dijo que podía hacer lo que le placiera en la Casa mientras que no saliese de los territorios.
Se sintió un poco culpable al ver que María se dedicaba a hacer la cama, airear  y, en resumen, preparar todo de lo que sería su nueva habitación, pero no aceptó que le echara una mano y la envió fuera. Scarlett se sentía incómoda. Toda su vida había visto a los Guardianes como soldados a los que temer y sin apenas llevar ni un día allí, la trataban como una huésped. Al menos la mayoría de ellos. Se había cruzado un par de veces con el chico de la biblioteca por los pasillos, y si las miradas matasen…
El hombre corpulento, llamado Mark, se había ofrecido a enseñarle el resto de la Casa.
Lo primero que le enseñó fue la cocina. Era un lugar exageradamente grande para lo que Scarlett había entendido por cocina hasta el momento y el ambiente era cálido, con un fuerte olor a moras y fresas en el aire. Pronto entendió de dónde venía: había una anciana metiendo una tarta en el horno. Scarlett pensó en la señora Pania. Seguro que estaría preocupada por ella, o al menos, porque las tareas del día estarían sin hacer.
— ¡Tía! —saludó Mark a la anciana.
Scarlett se sorprendió. Recordaba a María comentar que su tía trabajaba en la cocina.
En cuanto la mujer se giró Scarlett notó la descomunal diferencia que había con la señora Pania. Tan solo tenían una edad semejante, pero la cocinera parecía algo más joven. Tenía el pelo blanco como la nieve, corto hasta los hombros, la cara redonda y un rostro tierno, plagado de arrugas. Era de constitución robusta en comparación a la señora Pania, que estaba en los huesos.
—Ah, Mark. Buenos días. —de pronto se fijó en Scarlett y se limpió las manos manchadas de harina en el delantal—Buenos días a vos también, señorita. Nadie me informó de que teníamos invitados.
—Oh, no, no soy una…
—Esta es Scarlett, tía. Se quedará con nosotros unos días para ayudarnos a solucionar un problema con un preso. —la cortó Mark. —Esta es Renela Geneviev, nuestra excelentísima cocinera.
La anciana tosió algo avergonzada.
—Vamos, vamos, ya será para menos. Mi sobrino siempre ha sido un adulador nato. —dijo dirigiéndose a Scarlett. —Llámame Ren, si no te importa, querida. Me molestan las formalidades. ¿Tienes hambre?
Scarlett iba a decir que no (no quería deberle nada a la Guardia) pero su estómago tenía ideas diferentes y decidió ponerse a gruñir.
—Un buen estofado mantendrá calmadas a esas tripas. —dijo con convicción.
— ¡No, no es necesario, de verdad!
Su estómago volvió a rugir al oír la palabra estofado y Scarlett apretó los puños, enojada y abochornada.
—Tonterías. No voy a permitir que te mueras de hambre en mi cocina, querida. Además—añadió con una sonrisilla malévola—me sobra una ración. Llevo todo el día intentando que ese holgazán de Julian salga de la biblioteca y venga a comer, pero no hay caso. Pues no señor, no voy a tirar la comida que me desprecian teniendo quien la quiere. Ale, ale, que aproveche.
Le puso un plato enorme de estofado en la mesa y la obligó a sentarse y comer. Scarlett estaba en un principio aterrorizada de lo que haría Julian si se enterase de que estaba tomando su comida, pero en cuanto probó el primer bocado, todas las preocupaciones desaparecieron de su mente. Estaba delicioso. En casa cocinaba siempre ella, y aunque no se le daba mal, esto era excepcional y tenía muchos más ingredientes de los que ella podría poner en una comida normal.
Los Guardianes la habían retenido desde temprano en la mañana, por lo que no había comido, así que devoró el guiso con ansia y rapidez.
— ¿Está bueno? —preguntó la cocinera.
Scarlett paró de engullir y se sonrojó.
—Delicioso. Muchas gracias.
—Da gusto cocinar para quien lo aprecia, si quieres repetir, hay más.
—Lo dice en serio. —comentó Mark, quien se había sentado en otra silla y la observaba comer—No me preguntes que les pasa a las mujeres de esta familia, pero adoran cebar a todo lo que se mueve.
Scarlett, acabado el plato, lo apartó y sonrió agradecida a Ren.
— ¿Puedo haceros una pregunta? —dijo al Guardián.
—Claro. Llámame Mark, por favor, y no me trates de vos, a mí tampoco me gustan las formalidades.
—Lo siento, se me hace raro tutear a un Guardián.
—Comprensible. Pero insisto. ¿Cuál era tu pregunta?
— ¿María y…tú, sois primos?
Mark asintió.
—Sí, es mi prima pequeña.  Ren es nuestra tía.
No se parecían mucho físicamente. Mark era muy alto y corpulento, de pelo cobrizo, rizado y ojos del color de la miel. María era de baja estatura, de ojos grises y cabello rubio claro. No encontraba mucho parecido entre el rostro de Ren y los suyos, pero los tres compartían la misma sonrisa cándida y, a juicio de Scarlett, eran buenas personas.
Aún así, una duda seguía incomodándola.
—Mark, ¿cuándo crees que pueda marcharme?
Ren se puso a fregar los cacharros, fingiendo no escuchar.
—No lo sé. Eso es decisión del capitán. Ser o no ser una Chevalier no es moco de pavo, Scarlett. Tenemos que indagar en el asunto y necesitamos tiempo. Además del problema con el prisionero.
— ¿Si fuera declarado inocente por los asesinatos lo dejaríais en libertad?
—También depende del capitán, aunque yo creo que tendría que quedarse bastante tiempo encarcelado para pagar. Tiene que cumplir un castigo, de eso no tiene escapatoria. Ahora bien, si como dices tú, se le declara inocente de los crímenes de sangre, no tendríamos que informar a la Guardia. Lo mantendríamos bajo nuestra custodia, supongo. No de por vida, ¿seis meses, un año, dos? Dáranir decidirá.
Como Scarlett no sabía qué cosas había robado, ni que otros crímenes podía haber cometido, no juzgó la posible sentencia. No sería condenado a muerte y eso era lo que importaba. Tampoco estaría encerrado de por vida. Satisfecha con la respuesta, se levantó de la mesa y volvió a agradecer a la cocinera.

Mark siguió acompañándola por la Casa, mostrándole los sitios que María no le había enseñado. La llevó a la buhardilla, llena de polvo y desorden, más parecida a un almacén de objetos aleatorios que a otra cosa. Mark explicó que funcionaba como una especie de trastero donde guardaban lo que no tenía sitio en el resto de la casa. Solo la buhardilla ya tenía el mismo tamaño que el primer piso de la granja. En el segundo piso tan solo estaba su habitación.
Luego, la llevó al exterior. Los jardines eran, como cabía esperar, extensos y llenos de árboles que jamás había visto. No solo había árboles, sino muchas flores: rosales, margaritas, dientes de león, acacias…Pero lo que atrajo la atención de Scarlett fue un conjunto de tulipanes de distintas tonalidades: rojos, amarillos, rosas, blancos…

Rápidamente se acercó a ellos, arrodillándose y los olió. La fragancia le recordó a Larissa. En su última conversación, esa misma mañana, habían bromeado acerca de qué le sucedería ese día al ir a la ciudad.
 Scarlett acarició una de las flores rojas con tristeza. Era una tonta. Apenas llevaban medio día separadas y ya la echaba de menos.


Desde el jardín, observó la Casa Gris, que se levantaba alta y solemne, fuerte y dura. Esa visión, ese lugar, esas flores. Había algo en su interior que le decía que tardaría mucho en volver a ver a Larissa. 

5 comentarios:

  1. Holaa^^
    Bueno, PRIMERA SEGUIDORA! xD

    Sólo quiero decirte que casi me hecho aquí yo a llorar T.T
    Pobrecita..ella que pensaba que algún día podría encontrar a sus padres..pero Kira ha sido muy amable con ella y ha estado ahí cuando la necesitaba:)

    Bueno, quiero decirte que me alegro que no decidieras cerrar el blog^^ Quiero saber cómo continuará la historia:D

    Publica pronto!
    Besoos!

    PD: podrías pasarte si puedes por mi blog y das tu opinión?(:

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  2. GABY GABY GABY GABYYYYYYYYYY T________T
    digo lo mismo que patricia casi me pongo a llorar por scarlett... jummm... pobrecita...
    Ayyy adoro a Kira es mi personaje favorito ^^ fue tan tierno (L)
    sigue así guapa! un beso y publica prontooo!

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  3. Qué capítulo más precioso, en serio. Pobre Scarlett que ha perdido a toda su familia. La pobre se siente más sola que la una. Casi me pongo a llorar aquí, como ya te han dicho. Pero, como no, el fantástico Kira la ha ayudado. No me digáis que no son los mejores!!! (además del putón de Larissa, todo hay que decirlo). En fin, que espero leer el capítulo 7 pronto no, prontísimo :) Ya sabes que me encanta cada capítulo que leo más aun. Felicitaciones, porque tú si que vales para esto!

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  4. Qué faceta tan tierna ha mostrado Kira!! [L] Me encanta la trama! Es fantasía, pero no de esa tan pegajosa y repetitiva. Es una historia muy fresca e inovadora. Me gusta, me gusta!!!

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  5. Sigue cayéndome mal el bibliotecario jejeje. Interesante lo de los Chevalier aunque lo he notado un poco forzado aunque también sigues manteniendo el misterio de saber cómo y por qué y sobre todo quién o quienes quisieron matarlos. También cómo Scharlett consiguió escapar.

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