Nota de la autora ~> ¡Hey, lectoras/es! Pronto vendrá el Capítulo 24...¡¡¡EL BAILE!!! Esto, al ser una segunda parte, no es muy grande, pero es lo que hay. Espero que os guste.
Para los que estáis maldiciéndome por los cuatro reinos porque no hay acción y ahora la historia se ha parado en un: STOP, toca la parte cuento de hadas. Traaaaaaaanquis, ¿queréis sangre, muerte, secustros y destrucción? ¡¡PRONTO!!
Besos y si sois buenos Guardianes que cumplís con vuestro deber, ¡dejad un comentario!
Si sois unos entes rebeldes...¡Vamos, sabéis que queréis!
Ambos miraron al híbrido durante unos segundos, que se quedó en silencio. Las comisuras de sus labios se torcieron hacia abajo en una teatral mueca de tristeza.
—Tienes mi pésame, pelirroja.—siseó negando con la cabeza.
Julian, con muchos esfuerzos por su parte, reprimió una malsonante contestación y se giró hacia Chelsea, que los observaba casi divirtiéndose. Qué macabra. Dispuesto a decir algo en contra, abrió la boca, pero se adelantaron.
—¿Y qué pasa si no quiero ir con él?-preguntó Scarlett en voz tímida, negándose a mirarlo a la cara.
La sonrisa del monstruo y la renacuajo asomó casi al mismo tiempo. Las nueve palabras de la Guardiana novata le pegaron en la cara como si fueran una bofetada. Alzó una ceja, conteniendo una maldición de nuevo y mantuvo el silencio esperando la contestación.
—La asistencia con pareja es obligatoria, y menos Julian, no hay nadie en esta casa que pueda ir contigo.—contestó Chelsea en tono aburrido—Además, conociéndote te vendrá bien un buen bailarín.
Scarlett apretó la mandíbula avergonzada y asintió en silencio, pero a Julian no se le pasó por alto la mirada cómplice que tuvo con Kira. Al ver que los observaba, el híbrido sonrió con malicia y agarró bruscamente a la muchacha por las muñecas, atrayéndola hacia sí. Le susurró algo al oído y ella se apartó de golpe, con la cara enrojecida. El Elementar notó como le estallaban varios huesos de los dedos al apretar el puño con tanta fuerza.
—Preferiría no acabar tullido, gracias.—replicó despectivamente, dándoles a todos la espalda.
—Tu asistencia también es obligatoria, Julian.—suspiró Chelsea cruzándose de brazos. Los salones de baile no eran su sitio, su lugar estaba en los campos de batalla—De esta no te libras.
El pensamiento de que María había desaparecido de repente de la habitación le hizo presentir que algo malvado y en forma de tarta, vestido o animalito herido aparecería pronto por allí. Hizo una seña para que los músicos se marcharan y enfrentó su cara contra la de Chelsea, enfadado.
—Creo que hay un punto que nadie tuvo en cuenta hasta ahora.—echó un vistazo a Scarlett, ya totalmente desaliñada. Esa chica no era capaz de mantenerse impecable más de cinco segundos.—No tiene ni idea de como comportarse frente a la nobleza y realeza.
Eso pareció tomar a Chelsea por sorpresa y avergonzar -y quizá molestar un poco- a Scarlett.
—Sus modales...sí...aunque creo que Dáranir le encomendó a María esa tarea.
—¿Modales? ¿Para qué se necesitan?—suspiró Kira encogiéndose de hombros.
Julian lo taladró con la mirada.
—Obviamente, alguien de tu calaña no los tiene ni los necesita para mezclarse con los otros de tu...ralea.—le escupió con tono burlón a la cara.
Al híbrido pareció importarle bien poco, para variar. Volvió a encogerse de hombros y se dirigió hacia la puerta. Julian se mantuvo en sus trece, a pesar de las miradas indescifrables que le estaba lanzando Scarlett.
—Pues ese alguien de mi calaña se va a su habitación.—dirigió un saludo cautivador a las dos chicas y cerró sin hacer ningún ruido, en un silencio casi espeluznante.
***
Al rato volvió María para secuestrar por tercera o cuarta vez a Scarlett. La cogió de un brazo y la arrastró escaleras arriba, llevándola al salón. Ambas salieron a la terraza, ya era casi mediodía. La hiperactiva chiquilla rubia llevaba un pantalón de cuero gris ajustado acompañado con un chaleco caoba y unos botines de piel. Era un detalle que siempre le resultó curioso a Scarlett; las gentes de esa parte del muro -entes femeninas- vestían casi siempre con vestidos medievales o ropas extravagantes, pero las Guardianas solían llevar ropa ya preparada para pelear si fuera necesario. Y María era una buena guerrera, aunque no llegaba al nivel de Chelsea. Recordó la vez que la vio montar a aquel demonio Gesset en el bosque de los centauros...¡riéndose! Julian se había cansado de ella y zanjado la tarea. Nunca, en ningún momento, había visto a María ponerse seria...exceptuando aquella vez en que la vampiro Vanessa la había herido.
—Scarlett, ¿cómo crees que debes dirigirte a sus altezas?—preguntó de pronto sacándola de sus ensoñaciones.
Ella caviló un poco en su mente. Tratar con reyes...Dioses. ¡Con reyes! Las manos comenzaron a temblarle, pero las agarró con fuerza, como regañándose a sí misma. Si se había enfrentado a un gigante, podría enfrentarse a un par de personas de sangre azul.
—Bueno, lo he leído y visto en películas...¿una reverencia y llamarles siempre “su Majestad”?
María la miró sin entender. Scarlett suspiró. Por supuesto, no sabía qué era una película.
—Supongo que por algo se empieza.—rió con su cantarina vocecilla de niña pequeña.—Durante estos próximos siete días te convertiré en toda una dama. Ah...será la mejor noche de tu vida, te sentirás una princesa.
Scarlett no estaba segura de si deseaba sentirse como una princesa. María no le dio tregua y continuó con su monólogo.
—Habrá muchísimas personas, todas las gentes de noble cuna estarán presentes. Y conocerás a los Guardianes de las Casas de toooooodos los reinos. ¡Estarán los cuatro reyes y reinas! Y...sus hijos. Tienes que conocer al príncipe Rickard, es toooodo un caballero. Seguro que muchos grandes señores se ofrecen a bailar contigo, al menos tú eres más alta.—casi ignorando a Scarlett se sentó en el bordillo de la terraza, contemplando los jardines.—Yo nunca puedo ir con nadie de pareja a ningún sitio, exceptuando a Mark. ¡Pero es mi primo! Un primo sobreprotector...¡en serio! Me prohíbe estar con cualquier hombre al que no haya investidado minuciosamente antes. En eso salió al resto de mi familia. Antes de ser Guardiana me tenían entre sedas y rosas, casi sin poder salir de casa. ¡Era una prisión! Ah...supongo que no me entiendes. Y fue en ese momento cuando descubrí...
La muchacha pelirroja rió tan bajo que no pudo escucharla y sin hacer ruido, salió del salón, dejando a María con sus divagaciones. Ella misma tenía que divagar sobre el baile en su honor. Bufó poniendo los ojos en blanco. ¿En serio? ¿Ella en un baile? ¿¡Bailando!? Sí, ya se vio que se le daba de maravilla, tenía una coordinación sorprendente. Sorprendentemente mala. Había puesto a Julian de los nervios, aunque bien pensado, él siempre estaba de los nervios. Caminó sin rumbo y acabó justo ante las gigantescas puertas de la biblioteca. Entró sin llamar, a esas horas nunca había nadie. Dáranir estaría en su despacho, peleándose con sus cuentas y papeleo, Kira jamás se metía en la bibloteca. Cuando ella le preguntó porqué el híbrido le respondió que apestaba a Julian. Al contrario que él, para Scarlett el Elementar tenía un olor muy agradable, una mezcla entre madera, libros y nieve. Un olor...¿hogareño? Kira era completamente distinto. Olía exótico, casi imposible descifrarlo. Fuego -si es que el fuego pudiera tener olor propio-, tierra seca y su propia y extraña fragancia, esa imposible de descifrar, una mezcla agridulce.
Fue a la su estantería y cogió su libro favorito. Sonrió nostálgica. Aquel libro de color celeste era todo lo que tenía de su familia. Los Chevalier. Lo abrió por donde se había quedado la última vez, pero antes le dio un repaso visual al retrato de su abuela, Nadia, una mujer de rostro afilado y moreno, con el pelo corto, liso y de un rojo exacto al de ella. A penas se diferenciaban en el rostro, más redondo el de Scarlett. Era casi como verse reflejada. Rozó con los dedos la página, sonriendo. Había descubierto muchas cosas sobre su desconocida familia, pero de la que más hablaba el libro era de Nadia. Había sido Elementar del Agua, Julian se lo recordaba una y otra vez, pero Scarlett se negaba a intentar descubrir si ella lo era también. Estaba casi segura de que no y por un motivo que ni ella misma entendía, deseaba no saberlo.
¡BROMNGH!
Scarlett viró en redondo hacia la puerta por el estruendo y encontró a María jadeando, con un objeto en la mano y esa sonrisilla diabólica que siempre intentaba hacer para imitar a Kira. Esta vez la hizo a la perfección. Scarlett se estremeció.
—¿Qué es eso?—dijo en un susurro, siempre tan curiosa.
La sonrisa de María se ensanchó. La Guardiana pelirroja tragó saliva.
—Esto, querida, es un corpiño. Algo que vas a llevar durante toooooda la semana para acostumbrarte. ¡Porque obviamente también lo llevarás con el vestido!—rió con su voz aguda y cantarina, corriendo a probárselo.
Scarlett sintió como se quedaba sin aire en un segundo cuando le apretó las cintas.
—María...María...más...¡flojo!—suplicó asfixiándose.
Ella suspiró con una mano en la mejilla y aflojó ligeramente el corpiño color carne.
—Será una dura semana...oh, sin duda. Pero valdrá la pena.—le dirigió una mirada de felicidad a Scarlett—Por cierto, ha llegado el vestido que pedí para ti. Es perfecto. PERFECTO. ¿Comprendes?
La muchacha asintió casi por acto reflejo. En una cosa tenía razón. Iba a ser una semana muy dura.
***
Los primeros tres días de la semana pasaron con una horrorosa lentitud. Scarlett casi no había mejorado nada en lo que se refería la baile, pero se iba acostumbrando a llevar el corpiño y aunque María siempre lo apretaba excesivamente, su tía Ren, siempre tan amable, cuando no miraba su sobrina lo desataba sutilmente sin que se notara para que la presión no terminara por asfixiar a la pobre.
Julian y Scarlett habían pillado dos veces a Dáranir y Chelsea en el salón de baile a altas horas de la noche, fingiendo ser una alumna y su profesor y bailando riéndose cómplices. A Scarlett le parecía enternecedor, sin embargo, Julian estaba que echaba pestes.
María se había vuelto la persona más estricta de todo el Submundo en lo referente a modales. Observaba minuciosamente a Scarlett mientras comían, mientras andaba, mientras leía y mientras entrenaba. Chelsea tuvo que echarla más de una vez de los entrenamientos de lucha por molestar con sus gritos del tipo “¡Una dama estaría más derecha!” “¡No deberías sudar tanto!” “¡Eso no ha sido nada femenino!”
Como la mayor parte de las veces, por no decir todas, Scarlett asentía, le dirigía una sonrisa y luego, ignoraba completamente sus comentarios, María terminó por parar de aparecer allí.
Al quinto día ya sabía bailar medianamente el vals, aunque los pies de Julian no estaban del todo a salvo. Scarlett se sorprendió al verlo reír una vez cuando tropezaron.
Mark vigilaba de cerca a María, porque según él, cuando estaba tan feliz siempre se daba algún golpe contra algo. ¡Y no le faltaba razón! Al sexto día faltaban tres jarrones, había tropezado pro las escaleras y se había caído de la silla al intentar ayudar a Ren a coger la sal. Su primo la curaba, era su deber como único miembro con conocimientos de medicina en la casa.
Y en cuanto a Kira...se encontraba desaparecido. Casi nunca salía de su habitación y cuando Scarlett se dirigía a él, este le hacía algún comentario burlón, invadía su espacio personal y se marchaba tambaleante de nuevo. Parecía fuera de lugar. ¿Sería por que él no podía ir al baile? No creía que fuera por eso, no era típico de Kira, a él no le importarían esos actos sociales. A él solo le gustaban las peleas, las mujeres y la diversión sin límite. Ahora que sabía su secreto, que Kira era mitad demonio, no lo veía de forma distinta, a pesar de que la hubiera dejado a cuadros su otra “forma”.
El séptimo día fue el más relajado de todos. Debían descansar para la noche siguiente.
Las horas pasaron y finalmente...la mañana del catorce de febrero llegó.