AVISO: Están renovados hasta el capítulo 9. El resto de capítulos están como antes. Iré avisando según renueve más capítulos.

domingo, 24 de abril de 2011

10-Un veloz regalo

 Julian dejó de ponerse tenso. Casi al momento en el que Kira cerró la puerta, volvió a abrirse y apareció Mark jadeando. Echó un leve vistazo a Scarlett y centró su atención en Julian. Notó al momento que no se encontraba bien.

Por la Diosa Arenel, ¿qué ha pasado?preguntó.
La mandíbula. Está rota. Fue el híbrido. ¡Ya se lo advertí a Dáranir!” 
 
Scarlett no se había dado cuenta hasta ese momento, pero todos los que entraban en el salón podían oír los pensamientos que Julian quería que oyesen. Se podía comunicar telepáticamente. 
¡No todo fue culpa de Kira!le defendió Scarlett. Ninguno de los dos pareció escucharla, pero Julian le dirigió una mirada asesina para que se callara.
  Dejó que Mark le revisase sin quejarse, ni apartarse bruscamente. Si cualquier otra persona lo hubiera hecho seguramente se habría alejado. Mark hablaba en alto, así que Scarlett supuso que el chico le estaba negando la entrada a sus pensamientos. Se sentó en una mesa baja, esperando. Al rato, Mark se marchó a por medicamentos y vendas. En ese tiempo Julian le “habló”. 
Mi intención no era golpearte. Tienes la culpa, en realidad. Si te hubieras apartado no hubiera pasado nada.” 
 
Si me hubiera apartado atacarías a Kira de nuevo. Y él no quería pelear.Scarlett hizo una pausa, no sabía como se iba a tomar lo siguienteLe atacaste por la espalda. 
El chico de la biblioteca refunfuñó malhumorado. Ya no quería discutir más. ¿Por qué ella tenía que defenderlo? ¿Por qué todos ponían excusas? Era un híbrido. Un ente. No era humano, no era una persona. Se suponía que tendría que ser alguien por el cual sentir repugnancia, no deseos de protegerlo. Miró a Scarlett fríamente. Ella, sin embargo, le sonrió. Fue una sonrisa sencilla y leve, pero lo hizo. Su madre también tenía esa sonrisa sincera, amable. ¡Maldita sea! Las personas amables deberían vivir en un mundo amable, pensó.
Eso me convierte en un cobarde.”
No...yo no he dicho eso.
Lo pensaste, ¿verdad? Tienes razón. Soy un cobarde. Pero él es un monstruo.”
Julian observó como Kira hacia guardia en la puerta, esperando con toda la tranquilidad del mundo apoyado sobre ella. Mas con un atisbo de preocupación.


<<Cree que le haré daño. ¡Que no cambie los papeles! ¡El malo es él!>> comprendió. <<Parece que tiene cierto interés en ella, ¿eh? Bien, hay muchas maneras de enfurecerlo, pues>>

Miró a Scarlett a los ojos, acercándose lentamente, sin hacer ruido. Scarlett se quedó muy quieta, como esperando a ver lo que tenía previsto hacer el chico. Le cogió un mechón de pelo rojo con suavidad y se lo acercó a la boca, para después besarlo. Ella no sabía si apartarse o quedar así, pero en su rostro se podía ver la insólita sorpresa reflejada. 
¿Julian...?-susurró, extrañada.
Este simplemente se acercó más aún y la rodeo con sus brazos por los hombros, haciendo que Scarlett apoyara la cabeza en su pecho. Julian la aferró con fuerza y el abrazó pareció durar una eternidad.


Kira, desde la salida, miraba la escena con una máscara de indiferencia. Arqueo una ceja, notando una especie de náuseas en su interior y se alejó sigilosamente.

¿¡Julian!?-casi gritó Scarlett, apartándose lentamente.
Julian sonrió maliciosamente y la apartó de él brusco. 
Ahora ya puedes largarte.”
¿Qué? En verdad, no te entiendo... ¿por qué...?-balbuceó Scarlett, que comenzaba a sonrojarse.
En la Tierra casi nunca hablaba con los chicos y mucho menos estaba tan cerca de ellos. Pero... la había abrazado. Besó su pelo. Scarlett sintió como le ardía la cara y se la tapó. 
He dicho que te vayas.”
La voz de Julian sonó helada como un iceberg en la mente de ella. Scarlett intentó buscar en sus ojos color avellana una respuesta a su comportamiento, pero el esquivó su mirada. La empujó hacia la puerta. Cada vez estaba más confudida. Él la siguió empujando hasta que estuvo fuera. Acto seguido entró Mark en el salón y le echó una seria mirada a su amigo.
En serio, no deberías hacer eso. Scarlett es agradable y aún no te odia. No lo compliques con tus juegos.le dijo, echándole una pócima arenosa y verde en la mejilla herida.
Que se lleve su amabilidad a otra parte. No la quiero ni la necesito.”
 —¡Bah! Deja de refunfuñar. Y ahora, estáte quieto, si no paras de moverte no puedo extender el liviado.
Mark suspiró. Le hubiera gustado decirle que sí la necesitaba, que necesitaba a una persona que le diera oportunidades por muchas tonterías que cometiera. Una persona paciente con él. Sí, Mark era ese tipo de persona. Un buen amigo al que Julian consideraba un hermano. Pero era posible que este necesitara a alguien más...Pero no serviría de nada decírselo. Era tan testarudo.


—Los médicos sois unos matasanos. ¿Qué diantres me estás echando?
—Que te calles, cascarrabias. Es liviano, te calmará el dolor y desinfectara la herida.



                                                                      ***

Scarlett caminaba por los pasillos. Julian había quedado bajo los cuidados de Mark, seguro que se curaría pronto. Ahora le preocupaba otro chico alocado que estaría vagabundeando por ahí. Subió las escaleras hacia el ático y llamó a la puerta. No hubo respuesta.
¿Kira? ¿Estás ahí? Venga, sal o déjame entrar.le pidió.
Silencio.
Scarlett oyó o imaginó una respiración. Volvió a llamar a la puerta.
Nada.
¡Genial! Bueno, pues no me dejas otra opción.
Salió fuera de la casa, hacia los jardines y anduvo hasta encontrar la ventana del ático. Ya la había visto antes. Trepando hasta llegar a ella estaban unas abundantes hiedras. Scarlett dudó. La altura era mucha. Sacudió la cabeza, despejando esa idea de su mente y se agarró a las plantas. Subió un poquito.
¡KIRA!gritó. No se asomó.Idiota.
Agarró la hiedra con fuerza intentando no mirar para abajo, aunque la tentación era grande. No quería que Kira siguiera enfadado con ella, no podía dejar las cosas así. Ya estaba casi en la ventana. ¡Bueno! No era para tanto. Aunque aún seguía desconcertada por el comportamiento de Julian. Primero la abraza y luego la empuja...Primero la abraza y le besa el pelo...luego la empuja. Scarlett se desconcentró totalmente y su mano resbaló por las ramas. Cerró los ojos intentando agarrarse a algún sitio, pero iba a caer. De pronto, sintió una presión sobre su muñeca. Miró hacia ella y vio una mano que la agarraba y más arriba la ventana abierta por donde se asomaba el chico de cabellos negros. La subió y ayudó a que se bajara en el ático. Scarlett le dio las gracias en apenas un murmullo. Era terriblemente vergonzoso que siempre tuviera que rescatarla.
Se encontraban en una habitación pequeña y algo oscura, pues la ventana iluminaba poco. Una cama con cabecero marrón. Las paredes y el suelo eran de madera. Scarlett echó un vistazo a la funda de...¿una guitarra?
Kira se dejó caer encima de la cama mirándola socarronamente. 
¿Subiendo por la enredadera hasta llegar a mi ventana? Eres muy galante, aunque eso es más bien típico de un caballero, no de una damisela.
Scarlett agachó la cabeza, más avergonzada aún. Ese día no paraban de hacerle sonrojar. 
—Pues este caballero siempre es salvado por la damisela...—eso parecía molestarla.
—Y es un caballero realmente lindo.
—No soy linda.—sentenció la chica, cruzándose de brazos.

Kira apoyó la cabeza contra la pared mirando a Scarlett. Recordó cuando la vio por primera vez.


Desentonaba mucho. Eran calles y callejones sin luz, sin alegría; opacos. Y de repente salía de la nada esa cabellera pelirroja, esos vivos ojos verdes, ese aire de despistada y esa torpeza al chocar con la gente. Parecía un cabritillo perdido en la selva, esperando a que un malvado felino fuera a atacarlo. Y no fue precisamente un tigre, más bien un lobo. Varios, en realidad.
Tan pronto como la vio en peligro sintió que podía ser divertido intervenir, pero decidió esperar un poco a ver el avance de los acontecimientos.
La valiente chiquilla azotó con una bandeja oxidada a la cara de la bestia atacante que solo se enfureció más. Por casualidad, en uno de los movimientos precipitados de Scarlett la manga de su brazo se le escurrió y Kira pudo ver la marca en forma de media luna. La cicatriz de los Guardianes.
Kira se sentó en el alféizar de la ventana, con un leve suspiro.
¿Estás enfadado?-preguntó Scarlett yendo junto a él.
Sí.
Había sido una respuesta clara. La chica tragó saliva.
Quizás no debí haberte pedido que te marcharas, porque tú no empezaste la pelea...pero sé bien que Julian no querría terminarla. ¡Yo solo quería que dejarais de pelear!
Espera. ¿Crees que estoy enfadado contigo?-inquirió Kira.
Claro.
Pequeña tonta.le respondió, con una sonrisa.—No creas que te ganarás mi magnífico odio así como así.

Scarlett sonrió de oreja a oreja yendo a sentarse con él. Kira siguió hablando con ella.
Sin embargo, ese Elementar me saca de mis casillas. Y que cuando estoy intentando contenerme, vengas tú y me pidas que me contenga aún más es ciertamente molesto, pelirroja.
¿Elementar?—preguntó Scarlett, ignorando el resto. Si podía hacer que se olvidara de por qué estaba enojado, mejor.
Ajá. Nuestro amigo el bibliotecario prepotente es el Elementar del Viento, lo que significa que lo controla en su totalidad. Supongo que no sabes nada.—la cara de póquer de Scarlett se lo confirmó. Supiró. Hay cuatro Elementar: viento, tierra, agua y fuego. En realidad, lo que sé de ellos es poco. Si sientes curiosidad ya sabes a quien preguntar. Por lo que veo os lleváis estupendamente.Kira se llevó una mano a la boca, molesto consigo mismo. No debía haber dicho eso último. 
Scarlett clavó la vista en un árbol.
No le caigo bien.
Yo no estaría de acuerdo.
Cambiemos de tema-expresó Scarlett, incómoda.Hay algo que llevo un tiempo preguntándome.
Él asintió, animándola a continuar.
¿Qué mezcla de dos razas eres?
La pregunta había sonado muy impertinente, pensó ella. Pero ya estaba dicho.
Kira bufó. Lo había metido en un callejón sin salida. ¿Cómo iba a poder decírselo? Al menos podía intentar tranquilizarla.
Te diré que soy medio humano. Supongo que eso es bueno.-habló Kira sin sentimiento alguno.
Creo que ya lo sabía.-murmuró Scarlett, sonriendo por debajo de la cortina de su pelo.
¿Ah, sí? ¿Cómo?
—Sonará estúpido...pero tienes una mirada inquietante, aunque muy humanale dijo al chico con total certeza.
Él se echó hacia atrás asombrado. Tenía humanidad dentro de él. Eso era algo que se preguntaba desde hacía mucho tiempo. Fijó sus ojos pues en Scarlett y apoyó la frente contra la suya, sonriéndole. 
Pelirroja, eres realmente cruel.comentó Kira.
¿Y ahora...me dirás tu otra mitad?—ella bajó la mirada, sin poder mantenérsela. Puede que tuviera unos ojos humanos, pero seguían teniendo un punto inquietante en el fondo de ese azul eléctrico.


A Kira se le borró la sonrisa.

Si te lo dijera tendría que matartebromeó, volviendo a su tono burlón.
Scarlett miró por la ventana, por el sol supo más o menos la hora. Tenía que marcharse.
Tengo que ir a entrenar con Chelsea.le dijo, levantándose hacia la puerta.
Kira se levantó también, curioso.
Mmmhh...iré.
Los dos fueron hacia el sótano donde Chelsea los esperaba después de pasar por la cocina a comer algo. Scarlett puso su marca en la abertura en forma de media luna de la puerta y entraron. Chelsea saludó a la chica y luego miró a Kira, contrariada.
Scarlett le explicó que había querido ir y las dos se pusieron a trabajar mientras el chico se sentaba en un banco a verlas.
Bien. Hoy trabajaremos con las armas.dijo Chelsea sacando dos espadas de una caja de madera blanca. 
Le dio una a Scarlett y esta nada más cogerla sintió que se le caería al suelo. Era demasiado pesada.
Chelsea negó con la cabeza, algo decepcionada.
Veo que aún no tienes la suficiente fuerza.
Scarlett la agarró con las dos manos, asegurándose de no soltarla. Chelsea se puso detrás de ella, haciendo que la cogiera de la manera correcta. Así, parecía que pesaba menos, pero aún le costaba sujetarla.
Chelsea le dio una espada distinta, más pequeña y menos afilada, pero para practicar les serviría. La instructora dio algunos pasos y estocadas e hizo que su aprendiz las repitiera. Intentaron que Scarlett golpeara con la espada a Chelsea, que utilizaba protección, sin embargo, no lo consiguió. Chelsea era demasiado rápida y lo hacía muy bien.
¡Mantente recta! ¡Te lo he dicho!le gritóEl brazo debe ser flexible, como una continuación de la espada. Puede que necesites verlo para aprender. 
Miró a Kira y le hizo una seña para que fuera junto ellas. Este las miro divertido y sacó una de sus espadas del cinturón, dejando la otra en el banco. Chelsea ordenó a Scarlett que se sentara y los observara atentamente. Ella dudó y le preguntó a su entrenadora si creía que era seguro.

—No sé si es buena idea, Kira es algo violento...después de lo de Julian...
 
Para sorpresa de Scarlett, Chelsea rió.
Sí, Mark me lo contó. Julian es un imprudente. Tranquilízate, ¿quieres? Soy la mejor guerrera del equipo, por eso me mandaron a mí instruirte.
Está bien...
Kira se acercó un segundo a Scarlett y le habló al oído.
Seré un niño bueno, pelirroja.—le guiñó un ojo.

Chelsea se colocó en posición de ataque poniendo la espada por delante de su cara. Kira posó la punta de su espada en el suelo, esperando a ser atacado. Ella anduvo veloz hacia él elevando el arma en dirección a su hombro, pero Kira fue más rápido. Contraataco, elevando de repente el hierro haciendo retroceder a Chelsea. Esta, volvió a la carga haciendo un amago de atacar al pecho para luego atacar a las piernas de su contrincante que saltó esquivando por poco el golpe.
Veo que eres rápida.le comentó, con cierto tono arrogante.
Lo sé.
Pero no lo suficiente.
Al decir esto llegó su turno de atacar. Kira comenzó a empujar a Chelsea; las espadas no cesaban de chocar y la chica se cansaba de defender su cuerpo todo el tiempo. Los movimientos de él eran veloces, fuertes, letales. Entonces ella se escurrió por debajo de sus piernas, dándole un golpe con la empuñadura en la rodilla y haciendo que cayera con ella. Puso sus piernas por encima de él y la hoja de su espada pegada al cuello. 
Mas lo suficiente rápida para vencerte.
Scarlett los miraba asombrada desde el banco. Chelsea tenía una destreza para pelear otorgada por los dioses. A ella también le gustaría poder ser tan fuerte como su compañera.
Sin embargo, la pelea aún no acababa. Kira sonrió complacido justo antes de dar un puñetazo al costado de la pierna de Chelsea por lo que esta se encogió sobre sí misma, él se levantó y apuntó con la punta de su espada a la cara de la chica.
Creo que has perdido.—afirmó con un tono absolutamente pagado de sí mismo.
Chelsea se levantó de mala gana, muy dignamente y estiró su ropa, fulminando al híbrido con la mirada. Lo peor de todo es que estaba más sorprendida que furiosa. Nadie la había vencido en años, ningún caballero, ningún noble, ningún Guardián...¿y quién si no podría ser tan bueno con el manejo de las armas? 
¿Qué te ha parecido?—le preguntó, curioso.
Impresionante. Yo nunca podría hacer eso.contestó Scarlett.
Claro que podrías. Decir que no antes de intentarlo es demasiado fácil, pelirroja.dijo Kira, volviendo a guardar su espada en la funda, junto con la otra, en su espalda.

Se oyó un pequeño crujido y Dáranir entró en la armería con una bola blanca peluda enroscada entre sus brazos. Alzó su cabeza y los tres pudieron ver unos ojos dorados que los miraban de forma calculadora, debajo de unas largas y puntiagudas orejas. Parecía una mezcla entre un gato, un zorro y un perro.
Dáranir llevó la criatura hacia ellos mientras dirigía una mirada cómplice con Chelsea.
Os presento a Nyara. Es nuestra gata y se encargará de vigilarte.anunció, dirigiéndose a Kira.No convendría que la subestimes. Sabe hacer su trabajo.
Por supuesto.afirmó el aludido, con tono irónico.
 
Nyara olisqueó a Scarlett con curiosidad y luego fue a frotarse contra la pierna de Kira cariñosamente. Kira la miró arqueando una ceja.
-Toda una fiera.
La gata, como si lo hubiera oído abrió su hocico enseñando unos finos, blancos y largos colmillos.

Scarlett los observó un momento y antes de que Dáranir se marchara lo retuvo.
Quería pedirte una cosa.dijo, mirando al líderQuiero salir fuera. Llevo en esta casa tres días y necesito ver más, me mata la intriga...quiero andar por el Submundo y conocer...creo que me comprendes. Es todo nuevo para mí y ansío verlo por mí misma.
Dáranir asintió no muy convencido. 
Bueno, no me parece mala idea, tienes que ir acostumbrándote. Pero no puedo dejarte ir sola, la mitad del Submundo en la que estamos está plagada de entes y no todos son amables, Scarlett.le informó mirando a Kira.Alguien debe acompañarte. Perfecto. Así probaremos la eficacia de Kira como guardaespaldas, ¿no crees?




                                                                     ***

Después de unas cuantas discusiones Scarlett y Kira salieron hacia las cuadras.
Allí estaba el caballo negro del híbrido.Era un animal de lo más singular, había algo en él que no parecía propio de un caballo normal y corriente. Algo curioso es que nunca hacía el menor ruido, era como si al pisar no tocara el suelo y tampoco bufaba o relinchaba.

Se llama Ecoh.dijo, acariciándole el lomo. El animal se dejó hacer. Scarlett no lo tocó, tenía la sensación de que si lo hacía alguien que no fuera Kira, acabaría malEs una de las pocas cosas a la que le tengo algo de cariño.
Los cascos de otro animal resonaron en el suelo por detrás de ellos. Apareció Mark, sujetando por las riendas una hermosa yegua palomina, con las crines blancas y el cuerpo de color crema. Era esbelta, no muy grande y francamente bonita.
Le entregó las riendas a Scarlett con una pequeña sonrisita en los labios. 
La han mandado de la Corte junto con tu uniforme de Guardiana. Está en tu habitación. Parece que el rey Tulio tiene grandes deseos de verte.habló Mark.
Scarlett miró a la yegua con una sonrisa de felicidad pintada en los labios.
Muchísimas gracias, en serio. ¡Bueno! ahora podemos irnos.dijo, poniendo ya un pie en el estribo cuando Mark la paró.
¡Un momento! ¿Sabes montar?
Un poquito.respondió Scarlett con sencillez subiendo a su yegua y haciendo que girase hacia la entrada. Presionó sus costados y ambas salieron al galope tendido.
Kira la siguió resoplando montado en Ecoh.
Un poquito, dice.

Emprendieron el camino hacia la ciudad admirando el paisaje que había a su alrededor; estaban rodeados de bosques, ríos, cascadas, largos caminos de piedra, puentes antiguos y los sonidos que parecían provenir de todas partes. Scarlett creyó ver como un árbol se movía. Y su acompañarte se lo confirmó.
Son Legs. Los árboles habladores. Diles una palabra y te contarán mil años de historia. O los chismes. Son unos cotillas empedernidos.una rama le dio en la cabeza, a modo de reprimenda¡Ay! ¡Y se ofenden con facilidad!
Ya lo veo.rió Scarlett, asombrada y muy curiosa.
Pájaros de diferentes tamaños y colores aleteaban cerca de ellos de vez en cuando, como los de los cuadros de la casa. También había algunas razas terrestres: petirrojos, gorriones, cuervos...
Un bulto se removía en la bolsa que colgaba de la silla de Ecoh. De ella salió Nyara que saltó al hombro de Kira, clavando la mirada en él, vigilándole.
El híbrido arqueó una ceja, pero dejó que la gata siguiera allí posada y no protestó.
 
Llegaron a la ciudad en media hora y bajaron de sus respectivas monturas, dejándolas a cargo de un mozo de cuadras. Había mercado y la gente se apelotonaba para ser los primeros en coger los mejores productos. Muchas personas le parecieron humanas.
¿No se supone que los humanos no viven aquí?le preguntó mientras paseaban por las calles.
Los únicos humanos que hay son soldados de Arkiria y Ozirian. La apariencia que puedan tomar los entes es otra cosa, pelirroja. Hombres lobo, vampiros o hechiceros pueden parecer fácilmente humanos normales.
Una bola de luz azul les pasó rozando por el pelo a toda velocidad y siguió de largo. Scarlett se agachó, pillada por sorpresa.
¿Qué fue eso?
Un fuego fatuo. Andan desordenando todo y causando confusión, como siempredijo Kira, apartando con una mano otro fuego fatuo que chocó con él.
Miraban los puestos caminando tranquilamente. Scarlett vio a un hombre alto de largos cabellos rubios y orejas puntiagudas. Paseaba con gracia e infinita soltura. Llevaba una larga capa de terciopelo azul oscuro. La miró con sus ojos celestes un instante y siguió su camino.
Kira susurró en su oido entre risas.
No te quedes tan embobada con todo. Es un elfo.
Oh...sí, claro.
Scarlett tropezó con una figura alta y robusta que salía de una herboristería. El hombre se disculpó y la ayudó. Scarlett le dio las gracias intentando no fijarse demasiado en su cara. Tenía un solo ojo. Un cíclope. Asintió repetidas veces como atontada y no se movería del sitio por la impresión si Kira no la hubiera cogido del brazo llevándola a otra calle menos transitada.
Ven, voy a enseñarte un sitio. Tienes que conocer a alguien.
La gata Nyara los siguió sin perder de vista ni un minuto al muchacho que debía vigilar.

viernes, 15 de abril de 2011

Capítulo 9: La promesa de un Guardián

 Fueron cuatro días.
Dos de ida y dos de vuelta.
Cuatro días a caballo es lo que se tarda en ir hasta el bosque de Nihm desde la Casa Gris. Chelsea había hecho los cálculos a la perfección, y cuando partió el primer día sabía con exactitud cuál sería la fecha de su regreso. También había calculado de antemano la respuesta que recibiría de los centauros: una negativa rotunda. No eran unas criaturas dadas a desplazarse de su territorio sin un motivo de peso, y el rumor de una humana emparentada con una vieja amiga del clan no les importaría demasiado.
Eran unos seres extraños. Odiaban la guerra y toda forma de violencia hasta que uno de los suyos resultaba herido. No se preocupaban por su territorio, mientras tuvieran el suficiente espacio para galopar a sus anchas, y apenas habían opuesto resistencia a la fundación del Muro y la división de entes y humanos. Es más, probablemente les gustaba. Por eso eran uno de los pueblos entes que menos problemas les había causado a los Cuatro Reinos: no odiaban a los humanos, pero les molestaba su cercanía y la de otros seres que no fueran de su especie. Tenían como ley natural no mezclarse con otras razas, por lo que la orden de prohibición de relaciones entre humanos y entes la habían aceptado desde un principio. A lo largo de los años no habían causado muchos problemas, aunque Chelsea recordaba una revolución sangrienta hacía cuatro o cinco años, cuando un asesino arkiriano escapó de la cárcel y mató a media docena de potros. El clan de centauros lo cazó antes que la Guardia. Cuando un comando de Guardianes dio con él, apenas era reconocible. Lo habían desmembrado, tan solo quedaba el torso; extremidades y cabeza estaban separadas de él.
Por eso los reyes nunca utilizaban centauros para las ceremonias de cacería. Eran de las pocas tribus que aceptaban sin rechistar el régimen monárquico y la hegemonía humana. ¿Para qué alterarnos sin necesidad?

El bosque de Nihm estaba situado en el monte más extenso de Ozirian. Entre sus habitantes, destacaba la población de centauros, aunque también vivían allí algunos monstruos. Las aldeas de gnomos, al ser un pueblo tranquilo, convivían con los centauros sin mayor problema y compartían el terreno.
Chelsea no halló ninguna aldea ni gnomo extraviado al entrar en el bosque al segundo día de viaje, ni vio centauro alguno hasta pasadas varias horas. Cuando por fin creía divisar una cola de caballo entre los alcornoques, esta desapareció y no tuvo más remedio que espolear a su caballo para seguirle la pista.
Después de un par de miradas hacia atrás de su huidizo amigo y de unos cambios de dirección forzosos claramente intencionados, a Chelsea comenzaban a crispársele los nervios. ¿Acaso no reconocía el uniforme de la Guardia?
Cuando ya se disponía a gritar “¡Alto en nombre del rey!”, se encontró de pronto flanqueada por dos centauros nuevos. Conformándose, dejó que la guiaran hasta la manada. Puso su mejor cara diplomática; no estaba allí como soldado, sino como intermediaria. Según se adentraba en su territorio, solo los más jóvenes se paraban a mirarla con curiosidad, mientras que los adultos o la ignoraban o hacían señales de hastío. Daba igual: la corona de oro atravesada por dos flechas en cruz sobre un campo plateado, el escudo de Ozirian, y el uniforme de la Guardia, le otorgaban una autoridad sobre ellos innegable.
Un centauro macho de larga cabellera negra trenzada salió a su paso, parando la comitiva.
— ¿La Guardia?
La pregunta no iba dirigida a ella. Chelsea no se alteró, pero tampoco dejó que hablaran por ella.
—Soy la vicecapitana de la Casa Gris, Chelsea Monger. Vengo como mensajera de mi capitán para entregar una misiva al Viejo Sabio.
Chelsea intuyó lo que vendría a continuación.
—El Viejo Sabio no puede ser disturbado hoy de entre todos los días. Namiria, el astro de la fertilidad, ha aparecido en un día de dos lunas.
Típico.
—Tengo órdenes directas de entregar esta carta. No puedo marcharme sin cumplirlas.
Chelsea rió para sus adentros. No habría nada que fastidiase más al clan que la perspectiva de una humana, y no solo eso, una Guardiana, paseándose por sus tierras sin intención de irse.
—De acuerdo, Guardiana. Entregadme la misiva y se la haré llegar al Gran Anciano.
—Me ordenaron entregarla al Viejo Sabio en persona.
Eso molestó al centauro.
—Os he dicho que no puede ser molestado.
—Puedo esperar.
Eso lo molestó aún más. La conversación no continuó; sus flancos quedaron libres de escolta y el centauro que parecía estar al cargo dio media vuelta y marchó al galope. Chelsea bajó de su montura. No le importaba estar en una posición inferior en altura, mientras ella supiera quién tenía la autoridad, bien podrían haber sido gigantes de las montañas.
El Viejo Sabio se tomó su tiempo en regresar. Para ser una raza que superaba en velocidad a los mejores sementales, hacían las cosas con excesiva calma. Tenían sus prioridades claras, y, por mucho que le pesase, la Guardia no era una de ellas.
Al fin, apareció un centauro de ondulada melena blanca y piel morena, con el rostro más arrugado que Chelsea hubiera visto jamás. No obstante, cuando habló, salió de su garganta una voz profunda y fuerte.
—Chelsea Monger, de las filas del capitán Ahelod… Siempre recuerdo una cara que haya visto, y la tuya no se encuentra en los laberintos de mi memoria.
Ella no dudaba de esa afirmación. Mientras entrenaba para convertirse en Guardiana había estallado la guerra entre Ozirian y Regardezt, guerra en la que tuvo que convertirse en soldado a la fuerza. Anterior a eso… su pasado no merecía ser recordado. Al convertirse en Guardiana oficialmente, Dáranir la reservaba para patrullar o le encargaba los trabajos más peligrosos o confidenciales. El carácter pacífico por naturaleza de los centauros era un factor clave en el hecho de que no tuviera contacto con ellos.
—No he tenido el placer de conoceros antes, Viejo Sabio. Confío en que hayáis recibido la misiva de mi capitán—dijo, dirigiendo una discreta mirada hacia el centauro que lo había ido a buscar.
El Viejo Sabio hizo girar la carta entre sus dedos.
—Una misiva peculiar, sin duda, pero no por eso menos insustancial. A nuestro pueblo poco le interesan las idas y venidas de las Casas Guardianas.
—Es la nieta de Selendre Chevalier. Amiga vuestra.
El centauro a su lado alzó las cejas.
—La amistad es algo difícil, vicecapitana. Difícil y valioso. Nuestro pueblo no la otorga sin pensárselo dos veces.
—Disculpad mi indiscreción. Tenía entendido que le teníais aprecio, supongo que estaba equivocada.
El Viejo Sabio sonrió, e infinitas arrugas se arremolinaron en sus mejillas.
—No lo estabais. Selendre era una humana excepcional, y no por las razones tan sumamente banales por las que era conocida. —Dio un paso hacia ella, una señal que podría interpretarse como intimidación. Chelsea se mantuvo firme—. Su progenie, sin embargo, no es de nuestra incumbencia. La sangre solo es sangre, Chelsea Monger. Los humanos tendéis a olvidarlo.
Chelsea agachó la cabeza como reverencia y despedida. Le habían ordenado que entregase la carta y que explicase la situación, no que insistiera. Los centauros se tomaban su tiempo para reflexionar; quizá necesitaban un poco de espacio.
El Viejo Sabio observó esto con una mirada de aprobación y giró sobre sus cuatro patas, iniciando una carrera a galope tendido que no detendría hasta dejar muchas leguas atrás.


***

Fueron cuatro días.
El primer día Scarlett lo dedicó a atender a las constantes visitas de los viejos amigos de la familia Chevalier. Las opiniones eran dispares: algunos veían el obvio parecido, otros aseguraban que tenía de noble lo que ellos de criadores de cerdos.
Fuera como fuese, las instrucciones que la joven recibía eran las mismas: mantente callada, para que no te juzguen por tu manera de hablar. No te muevas mucho, mejor permanece sentada, para que no critiquen tu forma de caminar. Sonríe, no demasiado, lo suficiente, para que no pongan pegas a tu carácter. Así dictaba normas el capitán, y así obedecía ella. Sin embargo, las precauciones del buen hombre de poco servían, pues los nobles conocían sus orígenes y parecían oler el hedor a plebeya.
Dáranir se disculpaba por sus malas maneras cuando los nobles ya habían salido por la puerta, pero nunca los regañaba cuando la juzgaban sin piedad. Scarlett observaba este tipo de comportamientos, y tomaba nota. No conocía el mundo de la nobleza, pero aprendía rápido. Y por ahora la lección principal estaba clara: las apariencias son sagradas. Así que se esforzaba por poner la sonrisa, la pose y el silencio adecuados.

Durante el segundo día, ningún noble visitó la casa. Scarlett pidió permiso para ir a ver a Larissa, pero el capitán se lo negó. Al verla decaída, la tía Ren le pidió ayuda en la cocina, y al poco rato se unió María, e incluso Mark. Los Geneviev eran una familia tan dulce como los platos que preparaban y se esforzaban mucho por levantar el ánimo de Scarlett. Esta, por su parte, disfrutaba de su compañía, aunque la familia notaba que aún tenía sus reservas.

La mañana del tercer día fue un caos. Un marqués que aseguraba ser primo lejano del abuelo materno de Scarlett, Énezor, pidió hablar con ella a solas. La conversación acabó con los gritos indignados del marqués, acusándola de estafadora y buscadora de fortuna. Ella corrió a intentar disculparse, pero fue detenida por Julian con una mirada que decía «no lo estropees más».
Scarlett estuvo demasiado avergonzada como para compartir el comedor con el resto de inquilinos, así que se quedó en su habitación, apoyada en el alféizar de la ventana y pensando en qué había hecho mal exactamente. No sabía hablar como una noble, pero creía que había sido educada. Las vistas desde la ventana la incomodaron de repente. No era su río, su huerto y su gran colina con el bosque de las ninfas y los sauces de fondo. Era un jardín de hierba cortada y pulida, sin flores ni plantas silvestres que creciesen con libre albedrio y sin un solo animal rondando, aparte de los escasos pájaros. Y lo que más le extrañaba: ni un solo ente, por diminuto que fuera, se acercaba a la casa. Para ella, que estaba acostumbrada a ver duendecillos correteando por las malas hierbas y cíclopes trayendo la leche cada día, esto era una anomalía.
Entonces, ocurrió algo sorprendente. Un enorme caballo negro que le resultaba vagamente familiar comenzó a dar coces contra el portón principal. Este tembló y la madera produjo un crujido. Abajo se montó un ligero alboroto y lo siguiente que vio fueron las puertas abriéndose y el caballo entrando. Kira salió en ese instante de la casa y se acercó al animal. Ahora que los veía juntos, Scarlett reconoció a la bestia. Era la montura del ex-preso.
Kira intentó acariciarle el hocico, pero recibió un cabezazo a cambio. El caballo no parecía de muy buen humor. Kira se frotó la cabeza riendo y le dio unas palmadas en el cuello, que esta vez, fueron bien recibidas. Scarlett pensó que debía ser un animal muy inteligente si había encontrado el camino hacia su dueño en apenas unos días. De pronto, cual felino guiado por un instinto, el joven hombre giró la cabeza y él y Scarlett cruzaron miradas. Scarlett sintió un escalofrío recorrerle la nuca. Había sido tan repentino, por un segundo se había sentido un ratoncillo siendo descubierto por una serpiente. Pero la sonrisa ladina de Kira y el saludo que la siguió, incitando a Scarlett a bajar, no pertenecían a ninguna serpiente. A pesar de esto, aún abochornada por los sucesos de aquella mañana, y sin saber cómo explicarle que lo había estado espiando, devolvió el saludo rezando para que su rubor no se notase en la distancia, y se apartó de la ventana.

El cuarto día conoció a un militar retirado que, en un principio, al ver su apariencia hosca y nervuda, la acobardó. Sus prejuicios fueron en vano, lo supo cuando empezaron a conversar. El veterano carecía de los modales pomposos de duques y condes, y no se andaba por las ramas. Su forma de hablar tenía más semejanza con la del pueblo llano que con la de los otros nobles y Scarlett se sintió a gusto con él.
El militar juró por la Diosa Potentia que Scarlett era el vivo retrato de Selendre e incluso pidió dejarla bajo su protección, pues estaba seguro de que a su reina le agradaría tenerla de vuelta. Cuando pidió explicaciones, le dijeron que aquel hombre había trabajado como capitán de la Guardia Real de la reina Vitorea, quien gobernaba en Arkiria. Puesto que la Casa Esmeralda, la Casa Guardiana que había pertenecido a los Chevalier en vida, se encontraba en ese reino, lo más lógico sería que la última de la familia estuviera al servicio de la reina.
Sin embargo, Dáranir se opuso, argumentando que la Casa Esmeralda había sido destruida hacía más de una década y que Scarlett debería poder decidir a quién servir, sin que los lazos de sangre la obligasen a nada. Ni Scarlett ni el veterano quedaron muy convencidos por la explicación; Scarlett, porque comprendió que sería forzada a servir a un monarca, fuera quien fuese, y el veterano porque veía en las objeciones del capitán meras excusas para tener a la última Chevalier a las órdenes del rey de Ozirian.

Al anochecer del cuarto día, en medio de una inusual tormenta, Chelsea regresó. Inusual, pues en los reinos entes del oeste casi siempre había buen clima.
Entró goteando de pies a cabeza, tan empapada que su abrigo había cambiado de color. Escurrió su uniforme y se despojó de la chaqueta y las botas, dejándolas en la entrada. La anciana Ren bajaba en esos momentos las escaleras, corriendo con una agilidad impropia de su edad, y se apresuró a recoger las botas llenas de barro. Estuvo a punto de darle un buen sermón a la vicecapitana, pero al ver la cara de malas pulgas que traía, intuyó que la misión no había salido de acuerdo al plan, y se fue a limpiar el calzado en silencio.
Poco después, mientras se secaba el pelo con una toalla y gruñía improperios entre dientes maldiciendo a la lluvia, Dáranir se reunió con ella. Chelsea le contó lo sucedido.
—Quizá debí haber insistido más.
—No, hiciste bien en irte. Se habrían ofendido si los presionases, y estoy seguro de que el Viejo Sabio reflexionará sobre ello.
Chelsea bufó.
—Deben responder ante un Guardián, ofendidos o no.
Dáranir se cruzó de brazos, apoyado sobre la encimera de la cocina. Su mano derecha siempre tan encariñada con seguir las normas al pie de la letra.
—La carta era una invitación, no una orden, así que en realidad están en su derecho de rechazarla.
—Quizá deberíamos ser nosotros los ofendidos, entonces.
Dáranir sonrió.
—Ten paciencia.
— ¿Ha ocurrido algo en mi ausencia?
—Nada que merezca la pena mencionar. La chica se está acostumbrando a nosotros, poco a poco, aunque creo que nos tiene algo de miedo.
—Lógicamente. Sabe que si es una impostora tendrá que enfrentarse al castigo por vivir en el lado ente del Muro.
—Para todo hay solución—replicó el capitán.
Chelsea dejó la toalla a un lado y lo miró, intentando descifrar su expresión.
— ¿No pensarás…?
—Quiero comprobar si tiene la determinación necesaria para hacerlo. Además, así le evitaremos la condena a muerte en caso de que no sea quien creemos que es.
Chelsea frunció el ceño, claramente en contra de la idea.
—Es peligroso. Para ambos.
—Por la última del linaje de los Chevalier estoy dispuesto a correr el riesgo.


***

La mañana siguiente, Scarlett se despertó al oír unos toques en la puerta de su cuarto. Abrió perezosamente los ojos y tuvo que cerrarlos casi al instante, porque la luz solar que entraba por la ventana era demasiado brillante. Como no tenía mucho que hacer a parte de atender visitantes, la dejaban dormir hasta la hora que desease. Estaba acostumbrada a madrugar, así que nunca se quedaba en cama hasta el mediodía, pero no verse obligada a levantarse al alba era un alivio.
A ciegas, palpó entre sábanas y mantas hasta encontrar el hilo que usaba para atarse el pelo en una trenza. Se le había caído mientras dormía.
Volvieron a tocar en la puerta, esta vez más fuerte.
— ¡Un segundo, por favor! ¡Ahora abro!
Por fin, con una trenza a medio hacer y en camisón de invierno, abrió. La imponente figura de Chelsea la esperaba. Le echó un vistazo de arriba abajo y suspiró.
—Ve a cambiarte. El capitán ha pedido que te reúnas con él en su despacho.
— ¿Han llegado más invitados?
—No.
Scarlett se alegró de oírlo y esperó a que continuara, pero Chelsea no dijo nada más. Viendo que no iba a obtener más respuestas, Scarlett se metió en su dormitorio y se cambió de ropa. Hizo una mueca al abrir el armario. Tenía tres vestidos dignos de una duquesa, los tres de María. Ella habría preferido continuar usando su vestido de todos los días, pero entendía que no era digno de una Guardiana. Aún así, lo había guardado; estaba bien doblado en un rincón, justo como en la granja.
Decidió ponerse el vestido más sobrio, de lino marrón y con un corte elegante.
Chelsea la condujo hasta el despacho y por el camino Scarlett recibió miradas inquietas del resto de Guardianes. Empezaron a sudarle las manos. Fuera lo que fuese que Dáranir quería hablar con ella, debía ser muy importante. Quizá habían decidido que no era la verdadera Scarlett Chevalier. Pensar en esa posibilidad la hacía temblar, así que alejó esos malos pensamientos de su mente para mantener la compostura.
—Adelante—dijo una voz en el interior de la sala.
Chelsea entró con ella y cerró la puerta.
Dáranir se encontraba sumergido en un montón de papeles y no levantó la cabeza al momento. Firmó unos cuantos documentos con un sello gris y se levantó de la silla.
—Buenos días, Scarlett.
—Buenos días, capitán—respondió.
Dáranir se acercó un poco más a ellas, pero sin llegar a invadir su espacio personal. En los últimos días había notado que la presencia de los Guardianes podía intimidarla en ocasiones.
—Te he llamado hoy para proponerte una cosa—empezó el capitán. —Después de hablar con tantos amigos de la familia Chevalier no hemos conseguido llegar a una conclusión clara… Pero confío en mi propio juicio y en el de mis subordinados. Les he pedido a cada uno su opinión sobre el tema, individualmente, y todos están de acuerdo conmigo. Tu semejanza con Selendre es indiscutible. Y ese medallón no es algo que se pueda robar o conseguir así como así. Además, si fueras una ladrona, a estas alturas ya lo habrías vendido por algo más útil. Aún así, tú no eres capaz de asegurarnos que eres ella, y necesitamos una prueba de tu lealtad.
— ¿Mi lealtad?
Scarlett tuvo que contenerse para no dar un paso hacia atrás. Habría chocado con Chelsea, que tenía los ojos clavados en su nuca, quieta como una gárgola.
Scarlett estaba agradecida por la hospitalidad que habían demostrado con ella, pero no sentía que les debiese lealtad. Había desarrollado cierta simpatía hacia los Geneviev, y no creía que el resto fueran mal intencionados. Sin embargo, había nacido sin ataduras a nada más que a su granja, la huraña señora Pania, Larissa, y ella misma.
—Si juras lealtad a la Guardia, podremos empezar el proceso para convertirte en una Guardiana hecha y derecha, y nadie podrá ponerte un dedo encima.
—Entiendo que si soy una Chevalier debería…honrar a mi familia y ser leal a la Guardia. Pero ellos trabajaban para el reino de Arkiria. ¿No debería yo hacer lo mismo?
No estaba intentando ser desafiante ni mucho menos, tan solo quería comprender mejor su situación, y a ser posible, no ser manipulada.
Chelsea masculló algo inaudible.
—Como ya sabes, la Casa Esmeralda, fundada por tu familia, fue destruida hace años tras la tragedia. Si deseases servir a la reina Vitorea, otra Casa tendría que adoptarte. Debes tener en cuenta que las Casas de cada reino tienen un vínculo muy estrecho, y que si te aceptan y resultas ser un fraude, se sentirán traicionados y deshonrados. Al fin y al cabo, los Chevalier fueron una de las familias fundadoras. Cómo decirlo…si te haces pasar por un mendigo, a nadie le importa. Si te haces pasar por el rey…—Dejó la frase en el aire, pero Scarlett captó el mensaje. —En esta casa sería distinto. Te estoy ofreciendo protección y un puesto por el que muchos morirían porque creo que eres una Chevalier. Pero si descubro, qué se yo, dentro de seis meses, que no eres la heredera perdida, mantendrás tu cabeza y tu puesto. Pase lo que pase, sales ganando. A cambio, solo necesito una promesa de lealtad. ¿Crees que podrás hacerlo?
Scarlett tardó unos segundos en responder.
— ¿No tengo más opciones?
Dáranir pestañeó, perplejo.
— ¿Qué más opciones podrías tener?
Sabía que iba a proponer una estupidez, pero aún así tenía que intentarlo.
—Volver a mi granja.
—Chevalier o no, eres humana. Ya hemos hecho la vista gorda a cómo has vivido hasta ahora y con quienes te has relacionado. Pero ahora que somos conscientes de ello, no podemos permitirte continuar rompiendo las leyes. —Su tono se endureció un poco. —No eres una prisionera aquí, pero si escapas para intentar volver a la vida que llevabas…te buscaremos. Y te encontraremos. Y si tenemos que llegar a esos extremos, habrá dejado de importar quiénes son tus padres.
Se lo había dejado claro. Lo más sensato era aceptar la oferta. Tendría una vida mucho mejor, podría relacionarse con otra gente y nunca más tendría que esconderse tras una capucha. Y a pesar de todo… algo la retenía. El rostro perfecto de Larissa apareció en su mente. Jurar lealtad a la Guardia equivalía a abandonarla para siempre. Si tuviera elección, preferiría traicionar mil veces a los Guardianes antes que darle la espalda a Larissa. El caso era, que no tenía elección. Si decidía escapar y retomar su vida, no solo se estaría condenando a ella. Puede que la granja estuviera escondida por la extraña magia de la señora Pania, pero Dáranir había asegurado que la encontrarían. No quería poner a prueba su contundente afirmación.
—Si acepto…las personas con las que he vivido y con las que me he relacionado… ¿las dejaréis en paz?
La expresión de Dáranir se suavizó al oír esto.
—Te doy mi palabra. Nadie ajeno a esta casa sabrá de ellas. Diremos que has vivido sola hasta ahora.
Scarlett asintió lentamente.
—De acuerdo. Acepto.
El capitán sonrió satisfecho y cogió un cuchillo corto de su mesa.
—Verás, los Guardianes tenemos un código de tres principios básicos. Estos son; valor, honor, lealtad. Como tradición, y para seguir estos principios, llevamos a cabo el juramento de sangre cuando queremos prometer algo oficialmente—mientras hablaba, hendía el filo del cuchillo en la palma de su mano, dibujando una cruz. Unas gotitas de sangre salpicaron el suelo. —Necesitas herirte a ti mismo, como estoy haciendo yo, mostrando tu vulnerabilidad al otro Guardián y confiando en que no se aprovechará de ella. Frente a un testigo, el otro Guardián debe hacer lo mismo.
Le pasó el cuchillo con la mano izquierda.
—Yo, Dáranir Ahelod, juro mantener bajo mi protección a Scarlett Chevalier y ofrecerle un puesto en la Guardia.
Chelsea tomó la palabra.
—Yo, Chelsea Monger, sirvo de testigo en este juramento de sangre. Cae sobre mí el deber de acabar con cualquiera de las dos partes si en algún momento una de ellas rompe el juramento.
Scarlett se sobresaltó y hundió el cuchillo en su palma más de lo que debería. Contuvo un gemido de dolor. Miró a Dáranir y a Chelsea, creyendo haber oído mal. Pero la vicecapitana permaneció alta y derecha, como siempre, y no volvió a decir palabra.
—Repite conmigo: —dijo Dáranir—Yo, Scarlett Chevalier, juro lealtad a la Guardia y prometo convertirme en una Guardiana.
Los labios de Scarlett temblaban y estaba segura de que su juramento sería un cúmulo de tartamudeos. Sin embargo, cuando habló, su voz le resultó extrañamente firme, casi como si perteneciera a otra persona.
—Yo, Scarlett Chevalier, juro lealtad a la Guardia y prometo convertirme en una Guardiana.
Dáranir extendió su mano ensangrentada y Scarlett supo lo que tenía que hacer.
Las dos manos marcadas se juntaron y Scarlett, de una vez por todas, dejó su antigua vida atrás.