Fueron cuatro días.
Dos de ida y dos de vuelta.
Cuatro días a caballo es lo que se tarda en ir hasta el bosque de Nihm desde la Casa Gris. Chelsea había hecho los cálculos a la perfección, y cuando partió el primer día sabía con exactitud cuál sería la fecha de su regreso. También había calculado de antemano la respuesta que recibiría de los centauros: una negativa rotunda. No eran unas criaturas dadas a desplazarse de su territorio sin un motivo de peso, y el rumor de una humana emparentada con una vieja amiga del clan no les importaría demasiado.
Eran unos seres extraños. Odiaban la guerra y toda forma de violencia hasta que uno de los suyos resultaba herido. No se preocupaban por su territorio, mientras tuvieran el suficiente espacio para galopar a sus anchas, y apenas habían opuesto resistencia a la fundación del Muro y la división de entes y humanos. Es más, probablemente les gustaba. Por eso eran uno de los pueblos entes que menos problemas les había causado a los Cuatro Reinos: no odiaban a los humanos, pero les molestaba su cercanía y la de otros seres que no fueran de su especie. Tenían como ley natural no mezclarse con otras razas, por lo que la orden de prohibición de relaciones entre humanos y entes la habían aceptado desde un principio. A lo largo de los años no habían causado muchos problemas, aunque Chelsea recordaba una revolución sangrienta hacía cuatro o cinco años, cuando un asesino arkiriano escapó de la cárcel y mató a media docena de potros. El clan de centauros lo cazó antes que la Guardia. Cuando un comando de Guardianes dio con él, apenas era reconocible. Lo habían desmembrado, tan solo quedaba el torso; extremidades y cabeza estaban separadas de él.
Por eso los reyes nunca utilizaban centauros para las ceremonias de cacería. Eran de las pocas tribus que aceptaban sin rechistar el régimen monárquico y la hegemonía humana. ¿Para qué alterarnos sin necesidad?
El bosque de Nihm estaba situado en el monte más extenso de Ozirian. Entre sus habitantes, destacaba la población de centauros, aunque también vivían allí algunos monstruos. Las aldeas de gnomos, al ser un pueblo tranquilo, convivían con los centauros sin mayor problema y compartían el terreno.
Chelsea no halló ninguna aldea ni gnomo extraviado al entrar en el bosque al segundo día de viaje, ni vio centauro alguno hasta pasadas varias horas. Cuando por fin creía divisar una cola de caballo entre los alcornoques, esta desapareció y no tuvo más remedio que espolear a su caballo para seguirle la pista.
Después de un par de miradas hacia atrás de su huidizo amigo y de unos cambios de dirección forzosos claramente intencionados, a Chelsea comenzaban a crispársele los nervios. ¿Acaso no reconocía el uniforme de la Guardia?
Cuando ya se disponía a gritar “¡Alto en nombre del rey!”, se encontró de pronto flanqueada por dos centauros nuevos. Conformándose, dejó que la guiaran hasta la manada. Puso su mejor cara diplomática; no estaba allí como soldado, sino como intermediaria. Según se adentraba en su territorio, solo los más jóvenes se paraban a mirarla con curiosidad, mientras que los adultos o la ignoraban o hacían señales de hastío. Daba igual: la corona de oro atravesada por dos flechas en cruz sobre un campo plateado, el escudo de Ozirian, y el uniforme de la Guardia, le otorgaban una autoridad sobre ellos innegable.
Un centauro macho de larga cabellera negra trenzada salió a su paso, parando la comitiva.
— ¿La Guardia?
La pregunta no iba dirigida a ella. Chelsea no se alteró, pero tampoco dejó que hablaran por ella.
—Soy la vicecapitana de la Casa Gris, Chelsea Monger. Vengo como mensajera de mi capitán para entregar una misiva al Viejo Sabio.
Chelsea intuyó lo que vendría a continuación.
—El Viejo Sabio no puede ser disturbado hoy de entre todos los días. Namiria, el astro de la fertilidad, ha aparecido en un día de dos lunas.
Típico.
—Tengo órdenes directas de entregar esta carta. No puedo marcharme sin cumplirlas.
Chelsea rió para sus adentros. No habría nada que fastidiase más al clan que la perspectiva de una humana, y no solo eso, una Guardiana, paseándose por sus tierras sin intención de irse.
—De acuerdo, Guardiana. Entregadme la misiva y se la haré llegar al Gran Anciano.
—Me ordenaron entregarla al Viejo Sabio en persona.
Eso molestó al centauro.
—Os he dicho que no puede ser molestado.
—Puedo esperar.
Eso lo molestó aún más. La conversación no continuó; sus flancos quedaron libres de escolta y el centauro que parecía estar al cargo dio media vuelta y marchó al galope. Chelsea bajó de su montura. No le importaba estar en una posición inferior en altura, mientras ella supiera quién tenía la autoridad, bien podrían haber sido gigantes de las montañas.
El Viejo Sabio se tomó su tiempo en regresar. Para ser una raza que superaba en velocidad a los mejores sementales, hacían las cosas con excesiva calma. Tenían sus prioridades claras, y, por mucho que le pesase, la Guardia no era una de ellas.
Al fin, apareció un centauro de ondulada melena blanca y piel morena, con el rostro más arrugado que Chelsea hubiera visto jamás. No obstante, cuando habló, salió de su garganta una voz profunda y fuerte.
—Chelsea Monger, de las filas del capitán Ahelod… Siempre recuerdo una cara que haya visto, y la tuya no se encuentra en los laberintos de mi memoria.
Ella no dudaba de esa afirmación. Mientras entrenaba para convertirse en Guardiana había estallado la guerra entre Ozirian y Regardezt, guerra en la que tuvo que convertirse en soldado a la fuerza. Anterior a eso… su pasado no merecía ser recordado. Al convertirse en Guardiana oficialmente, Dáranir la reservaba para patrullar o le encargaba los trabajos más peligrosos o confidenciales. El carácter pacífico por naturaleza de los centauros era un factor clave en el hecho de que no tuviera contacto con ellos.
—No he tenido el placer de conoceros antes, Viejo Sabio. Confío en que hayáis recibido la misiva de mi capitán—dijo, dirigiendo una discreta mirada hacia el centauro que lo había ido a buscar.
El Viejo Sabio hizo girar la carta entre sus dedos.
—Una misiva peculiar, sin duda, pero no por eso menos insustancial. A nuestro pueblo poco le interesan las idas y venidas de las Casas Guardianas.
—Es la nieta de Selendre Chevalier. Amiga vuestra.
El centauro a su lado alzó las cejas.
—La amistad es algo difícil, vicecapitana. Difícil y valioso. Nuestro pueblo no la otorga sin pensárselo dos veces.
—Disculpad mi indiscreción. Tenía entendido que le teníais aprecio, supongo que estaba equivocada.
El Viejo Sabio sonrió, e infinitas arrugas se arremolinaron en sus mejillas.
—No lo estabais. Selendre era una humana excepcional, y no por las razones tan sumamente banales por las que era conocida. —Dio un paso hacia ella, una señal que podría interpretarse como intimidación. Chelsea se mantuvo firme—. Su progenie, sin embargo, no es de nuestra incumbencia. La sangre solo es sangre, Chelsea Monger. Los humanos tendéis a olvidarlo.
Chelsea agachó la cabeza como reverencia y despedida. Le habían ordenado que entregase la carta y que explicase la situación, no que insistiera. Los centauros se tomaban su tiempo para reflexionar; quizá necesitaban un poco de espacio.
El Viejo Sabio observó esto con una mirada de aprobación y giró sobre sus cuatro patas, iniciando una carrera a galope tendido que no detendría hasta dejar muchas leguas atrás.
***
Fueron cuatro días.
El primer día Scarlett lo dedicó a atender a las constantes visitas de los viejos amigos de la familia Chevalier. Las opiniones eran dispares: algunos veían el obvio parecido, otros aseguraban que tenía de noble lo que ellos de criadores de cerdos.
Fuera como fuese, las instrucciones que la joven recibía eran las mismas: mantente callada, para que no te juzguen por tu manera de hablar. No te muevas mucho, mejor permanece sentada, para que no critiquen tu forma de caminar. Sonríe, no demasiado, lo suficiente, para que no pongan pegas a tu carácter. Así dictaba normas el capitán, y así obedecía ella. Sin embargo, las precauciones del buen hombre de poco servían, pues los nobles conocían sus orígenes y parecían oler el hedor a plebeya.
Dáranir se disculpaba por sus malas maneras cuando los nobles ya habían salido por la puerta, pero nunca los regañaba cuando la juzgaban sin piedad. Scarlett observaba este tipo de comportamientos, y tomaba nota. No conocía el mundo de la nobleza, pero aprendía rápido. Y por ahora la lección principal estaba clara: las apariencias son sagradas. Así que se esforzaba por poner la sonrisa, la pose y el silencio adecuados.
Durante el segundo día, ningún noble visitó la casa. Scarlett pidió permiso para ir a ver a Larissa, pero el capitán se lo negó. Al verla decaída, la tía Ren le pidió ayuda en la cocina, y al poco rato se unió María, e incluso Mark. Los Geneviev eran una familia tan dulce como los platos que preparaban y se esforzaban mucho por levantar el ánimo de Scarlett. Esta, por su parte, disfrutaba de su compañía, aunque la familia notaba que aún tenía sus reservas.
La mañana del tercer día fue un caos. Un marqués que aseguraba ser primo lejano del abuelo materno de Scarlett, Énezor, pidió hablar con ella a solas. La conversación acabó con los gritos indignados del marqués, acusándola de estafadora y buscadora de fortuna. Ella corrió a intentar disculparse, pero fue detenida por Julian con una mirada que decía «no lo estropees más».
Scarlett estuvo demasiado avergonzada como para compartir el comedor con el resto de inquilinos, así que se quedó en su habitación, apoyada en el alféizar de la ventana y pensando en qué había hecho mal exactamente. No sabía hablar como una noble, pero creía que había sido educada. Las vistas desde la ventana la incomodaron de repente. No era su río, su huerto y su gran colina con el bosque de las ninfas y los sauces de fondo. Era un jardín de hierba cortada y pulida, sin flores ni plantas silvestres que creciesen con libre albedrio y sin un solo animal rondando, aparte de los escasos pájaros. Y lo que más le extrañaba: ni un solo ente, por diminuto que fuera, se acercaba a la casa. Para ella, que estaba acostumbrada a ver duendecillos correteando por las malas hierbas y cíclopes trayendo la leche cada día, esto era una anomalía.
Entonces, ocurrió algo sorprendente. Un enorme caballo negro que le resultaba vagamente familiar comenzó a dar coces contra el portón principal. Este tembló y la madera produjo un crujido. Abajo se montó un ligero alboroto y lo siguiente que vio fueron las puertas abriéndose y el caballo entrando. Kira salió en ese instante de la casa y se acercó al animal. Ahora que los veía juntos, Scarlett reconoció a la bestia. Era la montura del ex-preso.
Kira intentó acariciarle el hocico, pero recibió un cabezazo a cambio. El caballo no parecía de muy buen humor. Kira se frotó la cabeza riendo y le dio unas palmadas en el cuello, que esta vez, fueron bien recibidas. Scarlett pensó que debía ser un animal muy inteligente si había encontrado el camino hacia su dueño en apenas unos días. De pronto, cual felino guiado por un instinto, el joven hombre giró la cabeza y él y Scarlett cruzaron miradas. Scarlett sintió un escalofrío recorrerle la nuca. Había sido tan repentino, por un segundo se había sentido un ratoncillo siendo descubierto por una serpiente. Pero la sonrisa ladina de Kira y el saludo que la siguió, incitando a Scarlett a bajar, no pertenecían a ninguna serpiente. A pesar de esto, aún abochornada por los sucesos de aquella mañana, y sin saber cómo explicarle que lo había estado espiando, devolvió el saludo rezando para que su rubor no se notase en la distancia, y se apartó de la ventana.
El cuarto día conoció a un militar retirado que, en un principio, al ver su apariencia hosca y nervuda, la acobardó. Sus prejuicios fueron en vano, lo supo cuando empezaron a conversar. El veterano carecía de los modales pomposos de duques y condes, y no se andaba por las ramas. Su forma de hablar tenía más semejanza con la del pueblo llano que con la de los otros nobles y Scarlett se sintió a gusto con él.
El militar juró por la Diosa Potentia que Scarlett era el vivo retrato de Selendre e incluso pidió dejarla bajo su protección, pues estaba seguro de que a su reina le agradaría tenerla de vuelta. Cuando pidió explicaciones, le dijeron que aquel hombre había trabajado como capitán de la Guardia Real de la reina Vitorea, quien gobernaba en Arkiria. Puesto que la Casa Esmeralda, la Casa Guardiana que había pertenecido a los Chevalier en vida, se encontraba en ese reino, lo más lógico sería que la última de la familia estuviera al servicio de la reina.
Sin embargo, Dáranir se opuso, argumentando que la Casa Esmeralda había sido destruida hacía más de una década y que Scarlett debería poder decidir a quién servir, sin que los lazos de sangre la obligasen a nada. Ni Scarlett ni el veterano quedaron muy convencidos por la explicación; Scarlett, porque comprendió que sería forzada a servir a un monarca, fuera quien fuese, y el veterano porque veía en las objeciones del capitán meras excusas para tener a la última Chevalier a las órdenes del rey de Ozirian.
Al anochecer del cuarto día, en medio de una inusual tormenta, Chelsea regresó. Inusual, pues en los reinos entes del oeste casi siempre había buen clima.
Entró goteando de pies a cabeza, tan empapada que su abrigo había cambiado de color. Escurrió su uniforme y se despojó de la chaqueta y las botas, dejándolas en la entrada. La anciana Ren bajaba en esos momentos las escaleras, corriendo con una agilidad impropia de su edad, y se apresuró a recoger las botas llenas de barro. Estuvo a punto de darle un buen sermón a la vicecapitana, pero al ver la cara de malas pulgas que traía, intuyó que la misión no había salido de acuerdo al plan, y se fue a limpiar el calzado en silencio.
Poco después, mientras se secaba el pelo con una toalla y gruñía improperios entre dientes maldiciendo a la lluvia, Dáranir se reunió con ella. Chelsea le contó lo sucedido.
—Quizá debí haber insistido más.
—No, hiciste bien en irte. Se habrían ofendido si los presionases, y estoy seguro de que el Viejo Sabio reflexionará sobre ello.
Chelsea bufó.
—Deben responder ante un Guardián, ofendidos o no.
Dáranir se cruzó de brazos, apoyado sobre la encimera de la cocina. Su mano derecha siempre tan encariñada con seguir las normas al pie de la letra.
—La carta era una invitación, no una orden, así que en realidad están en su derecho de rechazarla.
—Quizá deberíamos ser nosotros los ofendidos, entonces.
Dáranir sonrió.
—Ten paciencia.
— ¿Ha ocurrido algo en mi ausencia?
—Nada que merezca la pena mencionar. La chica se está acostumbrando a nosotros, poco a poco, aunque creo que nos tiene algo de miedo.
—Lógicamente. Sabe que si es una impostora tendrá que enfrentarse al castigo por vivir en el lado ente del Muro.
—Para todo hay solución—replicó el capitán.
Chelsea dejó la toalla a un lado y lo miró, intentando descifrar su expresión.
— ¿No pensarás…?
—Quiero comprobar si tiene la determinación necesaria para hacerlo. Además, así le evitaremos la condena a muerte en caso de que no sea quien creemos que es.
Chelsea frunció el ceño, claramente en contra de la idea.
—Es peligroso. Para ambos.
—Por la última del linaje de los Chevalier estoy dispuesto a correr el riesgo.
***
La mañana siguiente, Scarlett se despertó al oír unos toques en la puerta de su cuarto. Abrió perezosamente los ojos y tuvo que cerrarlos casi al instante, porque la luz solar que entraba por la ventana era demasiado brillante. Como no tenía mucho que hacer a parte de atender visitantes, la dejaban dormir hasta la hora que desease. Estaba acostumbrada a madrugar, así que nunca se quedaba en cama hasta el mediodía, pero no verse obligada a levantarse al alba era un alivio.
A ciegas, palpó entre sábanas y mantas hasta encontrar el hilo que usaba para atarse el pelo en una trenza. Se le había caído mientras dormía.
Volvieron a tocar en la puerta, esta vez más fuerte.
— ¡Un segundo, por favor! ¡Ahora abro!
Por fin, con una trenza a medio hacer y en camisón de invierno, abrió. La imponente figura de Chelsea la esperaba. Le echó un vistazo de arriba abajo y suspiró.
—Ve a cambiarte. El capitán ha pedido que te reúnas con él en su despacho.
— ¿Han llegado más invitados?
—No.
Scarlett se alegró de oírlo y esperó a que continuara, pero Chelsea no dijo nada más. Viendo que no iba a obtener más respuestas, Scarlett se metió en su dormitorio y se cambió de ropa. Hizo una mueca al abrir el armario. Tenía tres vestidos dignos de una duquesa, los tres de María. Ella habría preferido continuar usando su vestido de todos los días, pero entendía que no era digno de una Guardiana. Aún así, lo había guardado; estaba bien doblado en un rincón, justo como en la granja.
Decidió ponerse el vestido más sobrio, de lino marrón y con un corte elegante.
Chelsea la condujo hasta el despacho y por el camino Scarlett recibió miradas inquietas del resto de Guardianes. Empezaron a sudarle las manos. Fuera lo que fuese que Dáranir quería hablar con ella, debía ser muy importante. Quizá habían decidido que no era la verdadera Scarlett Chevalier. Pensar en esa posibilidad la hacía temblar, así que alejó esos malos pensamientos de su mente para mantener la compostura.
—Adelante—dijo una voz en el interior de la sala.
Chelsea entró con ella y cerró la puerta.
Dáranir se encontraba sumergido en un montón de papeles y no levantó la cabeza al momento. Firmó unos cuantos documentos con un sello gris y se levantó de la silla.
—Buenos días, Scarlett.
—Buenos días, capitán—respondió.
Dáranir se acercó un poco más a ellas, pero sin llegar a invadir su espacio personal. En los últimos días había notado que la presencia de los Guardianes podía intimidarla en ocasiones.
—Te he llamado hoy para proponerte una cosa—empezó el capitán. —Después de hablar con tantos amigos de la familia Chevalier no hemos conseguido llegar a una conclusión clara… Pero confío en mi propio juicio y en el de mis subordinados. Les he pedido a cada uno su opinión sobre el tema, individualmente, y todos están de acuerdo conmigo. Tu semejanza con Selendre es indiscutible. Y ese medallón no es algo que se pueda robar o conseguir así como así. Además, si fueras una ladrona, a estas alturas ya lo habrías vendido por algo más útil. Aún así, tú no eres capaz de asegurarnos que eres ella, y necesitamos una prueba de tu lealtad.
— ¿Mi lealtad?
Scarlett tuvo que contenerse para no dar un paso hacia atrás. Habría chocado con Chelsea, que tenía los ojos clavados en su nuca, quieta como una gárgola.
Scarlett estaba agradecida por la hospitalidad que habían demostrado con ella, pero no sentía que les debiese lealtad. Había desarrollado cierta simpatía hacia los Geneviev, y no creía que el resto fueran mal intencionados. Sin embargo, había nacido sin ataduras a nada más que a su granja, la huraña señora Pania, Larissa, y ella misma.
—Si juras lealtad a la Guardia, podremos empezar el proceso para convertirte en una Guardiana hecha y derecha, y nadie podrá ponerte un dedo encima.
—Entiendo que si soy una Chevalier debería…honrar a mi familia y ser leal a la Guardia. Pero ellos trabajaban para el reino de Arkiria. ¿No debería yo hacer lo mismo?
No estaba intentando ser desafiante ni mucho menos, tan solo quería comprender mejor su situación, y a ser posible, no ser manipulada.
Chelsea masculló algo inaudible.
—Como ya sabes, la Casa Esmeralda, fundada por tu familia, fue destruida hace años tras la tragedia. Si deseases servir a la reina Vitorea, otra Casa tendría que adoptarte. Debes tener en cuenta que las Casas de cada reino tienen un vínculo muy estrecho, y que si te aceptan y resultas ser un fraude, se sentirán traicionados y deshonrados. Al fin y al cabo, los Chevalier fueron una de las familias fundadoras. Cómo decirlo…si te haces pasar por un mendigo, a nadie le importa. Si te haces pasar por el rey…—Dejó la frase en el aire, pero Scarlett captó el mensaje. —En esta casa sería distinto. Te estoy ofreciendo protección y un puesto por el que muchos morirían porque creo que eres una Chevalier. Pero si descubro, qué se yo, dentro de seis meses, que no eres la heredera perdida, mantendrás tu cabeza y tu puesto. Pase lo que pase, sales ganando. A cambio, solo necesito una promesa de lealtad. ¿Crees que podrás hacerlo?
Scarlett tardó unos segundos en responder.
— ¿No tengo más opciones?
Dáranir pestañeó, perplejo.
— ¿Qué más opciones podrías tener?
Sabía que iba a proponer una estupidez, pero aún así tenía que intentarlo.
—Volver a mi granja.
—Chevalier o no, eres humana. Ya hemos hecho la vista gorda a cómo has vivido hasta ahora y con quienes te has relacionado. Pero ahora que somos conscientes de ello, no podemos permitirte continuar rompiendo las leyes. —Su tono se endureció un poco. —No eres una prisionera aquí, pero si escapas para intentar volver a la vida que llevabas…te buscaremos. Y te encontraremos. Y si tenemos que llegar a esos extremos, habrá dejado de importar quiénes son tus padres.
Se lo había dejado claro. Lo más sensato era aceptar la oferta. Tendría una vida mucho mejor, podría relacionarse con otra gente y nunca más tendría que esconderse tras una capucha. Y a pesar de todo… algo la retenía. El rostro perfecto de Larissa apareció en su mente. Jurar lealtad a la Guardia equivalía a abandonarla para siempre. Si tuviera elección, preferiría traicionar mil veces a los Guardianes antes que darle la espalda a Larissa. El caso era, que no tenía elección. Si decidía escapar y retomar su vida, no solo se estaría condenando a ella. Puede que la granja estuviera escondida por la extraña magia de la señora Pania, pero Dáranir había asegurado que la encontrarían. No quería poner a prueba su contundente afirmación.
—Si acepto…las personas con las que he vivido y con las que me he relacionado… ¿las dejaréis en paz?
La expresión de Dáranir se suavizó al oír esto.
—Te doy mi palabra. Nadie ajeno a esta casa sabrá de ellas. Diremos que has vivido sola hasta ahora.
Scarlett asintió lentamente.
—De acuerdo. Acepto.
El capitán sonrió satisfecho y cogió un cuchillo corto de su mesa.
—Verás, los Guardianes tenemos un código de tres principios básicos. Estos son; valor, honor, lealtad. Como tradición, y para seguir estos principios, llevamos a cabo el juramento de sangre cuando queremos prometer algo oficialmente—mientras hablaba, hendía el filo del cuchillo en la palma de su mano, dibujando una cruz. Unas gotitas de sangre salpicaron el suelo. —Necesitas herirte a ti mismo, como estoy haciendo yo, mostrando tu vulnerabilidad al otro Guardián y confiando en que no se aprovechará de ella. Frente a un testigo, el otro Guardián debe hacer lo mismo.
Le pasó el cuchillo con la mano izquierda.
—Yo, Dáranir Ahelod, juro mantener bajo mi protección a Scarlett Chevalier y ofrecerle un puesto en la Guardia.
Chelsea tomó la palabra.
—Yo, Chelsea Monger, sirvo de testigo en este juramento de sangre. Cae sobre mí el deber de acabar con cualquiera de las dos partes si en algún momento una de ellas rompe el juramento.
Scarlett se sobresaltó y hundió el cuchillo en su palma más de lo que debería. Contuvo un gemido de dolor. Miró a Dáranir y a Chelsea, creyendo haber oído mal. Pero la vicecapitana permaneció alta y derecha, como siempre, y no volvió a decir palabra.
—Repite conmigo: —dijo Dáranir—Yo, Scarlett Chevalier, juro lealtad a la Guardia y prometo convertirme en una Guardiana.
Los labios de Scarlett temblaban y estaba segura de que su juramento sería un cúmulo de tartamudeos. Sin embargo, cuando habló, su voz le resultó extrañamente firme, casi como si perteneciera a otra persona.
—Yo, Scarlett Chevalier, juro lealtad a la Guardia y prometo convertirme en una Guardiana.
Dáranir extendió su mano ensangrentada y Scarlett supo lo que tenía que hacer.
Las dos manos marcadas se juntaron y Scarlett, de una vez por todas, dejó su antigua vida atrás.
Menuda situación más rara. Nunca me cayó bien Julian, pero poco a poco va a hacer que me caiga aún peor. No le sorporto.
ResponderEliminarOpino que detrás de toda esa rabia que desprende Julian, hay una razón. Debe de haber algo para que odie tanto a los híbridos, no obstante, puedo equivocarme y que sea simplemente que sea un testarudo.
Aparte, en este capítulo no he visto faltas de ortografía, creo. Igualmente, en las anteriores, a veces podía leer hecho del verbo hacer sin hache, es decir, lo ponías así "echo". Simplemente, cuando tengas tiempo, revísalos por si acaso.
Un placer leerte. Un saludo^^
Mmm... cuando escribo pierdo la buena ortografía de la emoción y eso no puede ser :'(
ResponderEliminarJulian es un personaje algo extraño y algo insoportable a veces. Ha sido el primero en conseguir que Kira se pusiera serio y se enfadara. ¡Mal asunto!
Ya veremos que pasa, quizá tenga una razón, quizá no.
Me gustan tus comentarios, gracias por seguir leyéndome. (:
¡Un beso!
Que genial que genial que genial!!
ResponderEliminarBueno genial no, porque no me hizo gracia que Julian pegara a Scarlett (uno de mis personajes preferidos D= ) pero la pelea... me emocioné! No enserio, ya me ves a mi diciendo:
'vamos Kira, dale!! pero dale!! no!' y mi madre:
'que dices hija? hablas sola?' jajaja xD
Me cae bien la cocinera Ren es super maja!
Ehhhh pero Kira no empezó la pelea y el que se estaba conteniendo por Scarlett y ella le pide que se vaya T.T no es justo, pobre!
Julian.. creo que hay que darle una oportunidad y que su odio esta justificado... esque me gusta ese personaje! pero Kira más! cuando dice:
-Se te acabaron las ideas? (Julian)
-Sí..... pero no los zapatos (Kira)
y se lo lanza jajajajajaja dios, Kira es el mejor =D
espero que publiques pronto guapísima ^^
besiiitoos.
Me encanta que te emociones leyendo Pau, eso es fantástico (:
ResponderEliminarKira y sus ideas repentinas, está loco jajaja.
Es genial que te parezca el mejor, le caerías bien, seguro! ^^
El siguiente capítulo lo publicaré antes de lo previsto porque ya lo empecé, dentro de unos días estará el capítulo 1O.
Otro beso para ti.
Ay que risa me dió cuando lo del zapato xD
ResponderEliminarQue ocurrencias..pero se salvó de darse directamente.
Bueno bueno, entonces Kira se preocupa de Scarlett^^ que cosa, cuando se enfadó porque le había dado Julian a ella *.*
Menos mal que Kira razonó y decidió irse, y lo de los ojos de cachorro me quedé un poco atónita, ella no quiere que ninguno reciba daño algo :S
Y otra cosa que me acabo de acordar..
¿Cómo que: el elementar del viento está aquí..espero que él no lo encuentre?
Me quedé pensando..¿Quién es él?
Ay, bueno Gaby, nuevo capítulo de mi historia, pásate si puedes:)
Besos guapa y esperaré en unos días el capítulo 10 como tú has dicho :)
SIGUIENTEEE!!!! *·*
ResponderEliminarGAAAAAAAAAAAABY!
ResponderEliminardigo lo mismo que Patricia ¿quién es él? T.T
como puedes ser tan mala y hacerme sufrir asi?
segunda cosa: ODIO A JULIAN. Le odio mucho, es un insoportable y pegó a Scarlett >_<
menos mal que estaba Kira (L) (mi queridisimo Kira jojojo)
y que fue eso del zapato ? jajajaja que risa xD
Mmmm por lo que entendí Julian domina el viento *_* hay mas gente que domine mas elementos? quiero sabeeerrrrlo >_<
Vale.. te dire que relei cuatro veces la parte en la que Kira se enfada con Julian por haber pegado a Scarlett.. se preocupa por ella y es tan tierno (L) que si, que lo adoro xDD
Espero que publiques el capitulo 10 pronto u.u
PD: Comenté muy tarde... no volvera a pesar muajajaja
AAAH, SE ME OLVIDABA.
ResponderEliminar¿María y Mark son primos? ¡QUE GUAY! =D
CONCURSO en mi blog :) es el primero que hago ya que mi blog solo tiene 10 dias hehe es un concurso que hago por llegar a los 100 lectores :) espero que lo cotilles a ver si te ineresa
ResponderEliminarhttp://apuestoportimifantasiaaldespegar.blogspot.com/search/label/Concursos
Mi blog es una novela on-line y me encantaria que si tienes un ratin libre le dieras una oportunidad (>.<)
Dios, dame paciencia! Porque si me das fuerza le pego una hostia a Julian que le dejo más tonto que nadie! Te lo juro, este chico es odioso a más no poder. Osea, se hace el chulito con Kira, ¿pero de qué va? El mago este de pacotilla XD Luego me parece muy mal la actitud de Scarlett, ¿por qué co.. le defiende? Si encima la ha pegado!! Menos mal que Kira, como no, ha defendido a Scarlett. La chica debería haber dejado a Kira ensañarse con Julian. En fin, que paciencia tiene Kira también XD Besos
ResponderEliminarYo creía que Julian se comportaría diferente con Scarlett... O.O Va a tener que esforzarse para que el lector se enganche a ese personaje..
ResponderEliminarMe encanta Kira..."Podía intentar aguantar que le atacara a él, pero a esa chica.. eso no *-* Geniallll!!!!
Hubiera estado bien que sacara su lado oscuro aunque solo fuera un poco. Creo que Kira se ha convertido en mi personaje preferido de la historiay que Scharlett aun tiene que demostrar más su potencial porque hasta ahora está muy apagada. La escena yo le daría otro enfoque pero sin cambiar los golpes y todo eso pero no entiendo cómo con solo tocar, Julian puede provocar tanto dolor. Ya lo descubriré.
ResponderEliminarG-U-A-U
ResponderEliminarEstoy aklñahelgjknañogi... Sin palabras.
Y yo que pensaba que Julian era un sosainas... Buah, me recuerda un poco a mí cuando me cabreo. Bueno.... un poco BASTANTE!
Jajaja pues eso, me ENCANTA, y eso es quedarse corta. Bueno, no me enrollo más que quiero seguir >.<