Nota de la autora ~> Siento mucho el subrayado blanco que aparece a mitad del capítulo. No creo que sea MUY molesto, pero no consigo eliminarlo. Si alguien sabe cómo, que me lo diga por favor. Gracias por leer y perdón por la molestia n_nU
— ¿Qué demonios haces
tocando mis cosas?
Estaba enfadado. Y según su
ceño se pronunciaba y se le marcaban las venas del cuello, el enfado crecía.
Scarlett dejó de inmediato el libro en el estante de donde lo había sacado.
—Lo siento, no pretendía
parecer maleducada.
—Pues lo has hecho. ¿Se puede saber
quién eres y qué haces aquí?
Scarlett se sentía intimidada por la
presencia del chico. Era más alto que ella, pero no mucho y no tenía una
constitución fuerte como para asustarla, sino que era más bien delgado. No
obstante, lo que sí tenía eran unos ojos color avellana audaces y fieros que la
observaban sin parpadear. Era su expresión lo que intimidaba.
—Me llamo Scarlett, me trajeron aquí
los otros Guardianes y…
— ¿Te detuvieron? —la interrumpió él.
Scarlett meditó un poco la respuesta.
Ni ella misma estaba muy segura de si estaba detenida o no, a pesar de las
palabras del capitán.
—No…
El chico se cruzó de brazos y dio
varios pasos hacia ella. Scarlett retrocedió automáticamente. Tenía un aire extravagante,
incluso sus ropas, un traje azul marino con chaqueta de terciopelo y zapatos
negros muy pulcros.
— ¿Entonces qué pintas aquí? ¿Te dieron
permiso los otros Guardianes para husmear en mi biblioteca, también? ¿O será
que te has escapado de una celda…?
La espalda de Scarlett chocó contra una
mesa y se dio cuenta de que ya no podía seguir retrocediendo, aunque el joven
siguiera avanzando hacia ella.
—Estoy aquí como testigo de uno de los
presos y no estaba husmeando.
Puede que el chico la intranquilizara,
pero no quería permitir que le hablasen en ese tono.
— ¿Sabes a que me huele a mí? A
mentirosa. —con un ademán brusco, cogió el libro que Scarlett había estado
leyendo de le mesa y lo colocó en la estantería sin perderla de vista—Los
testigos se quedan en el despacho del capitán a lo máximo, no tienen vía libre
para fisgonear por la casa.
— ¡No estaba fisgoneando! ¡Me han dado
permiso para…!
Había empezado a elevar el tono sin
darse cuenta y el chico la agarró por un brazo y la llevó a rastras hacia la
puerta.
— ¡Soltadme!
—Cállate. —dijo con rabia. —Voy a
sacarte ahora mismo de esta casa, fisgona.
Antes de que llegase a la puerta, esta
se abrió de golpe y por ella apareció el capitán de la Casa, flanqueado por
Chelsea y Mark.
—Suelta a la chica, Julian. —dijo,
manteniendo la compostura pero con un tono claramente amenazador.
El llamado Julian no se lo pensó dos
veces antes de soltarla. Scarlett se tocó el brazo, dolorido por donde la había
estado agarrando y se alejó del muchacho, situándose por instinto al lado del
capitán.
—Me gustaría tener una reunión general en cuanto llegue María.
Tengo sospechas sobre algo de suma importancia, relacionado con Scarlett aquí
presente. —dijo Dáranir señalándola.
Scarlett esquivó como pudo las miradas curiosas –y acusadoras- que
le llegaron.
«Yo no he hecho nada
malo» se repetía. «Si quisieran
juzgarme por vivir en Ozirian a pesar de mi condición de humana, ya estaría
tras barrotes»
— ¡Ya estoy aquí! ¡Que dé comienzo la reunión!
La pequeña muchacha rubia entró como un torbellino en la
biblioteca. El hombre más voluminoso (Scarlett estaba casi segura de que su
nombre era Mark) sonrió ante su llegada, mientras que el más delgado que había
sido tan rudo con ella puso los ojos en blanco.
El
capitán dio una palmada y se sentó en la cabecera de una de las mesas de
biblioteca. Los otros Guardianes se situaron cada uno al lado de una silla,
pero ninguno se sentó. Scarlett decidió seguir el ejemplo y se colocó en el
único sitio que quedaba libre, la otra cabecera.
—Bien. Para Julian ,que no lo sabe, hemos encontrado uno de los
medallones de la familia Chevalier. Nada más y nada menos que en las manos de
esta joven.
Julian le lanzó una mirada cargada de odio.
— ¿Y por qué nos molestamos en charlar con una ladrona?
Scarlett quiso interrumpir y defenderse, pero vio que el capitán
iba a continuar hablando y no lo consideró prudente.
—Porque no es una ladrona. Y creo que por si no te has dado
cuenta, es humana.
La pelirroja empezó a entrar en pánico. Hasta el momento, ninguno
lo había mencionado y ella casi tenía la estúpida esperanza de que la hubieran
tomado por un ente humanoide. Para su sorpresa, la mirada y el tono del tal
Julian parecieron suavizarse, todo lo contrario a lo que había esperado.
—Era de suponer… ¿y qué hace aquí? No es que sea de mi agrado
tener que ejecutar a uno de los nuestros, pero la ley dice que…
Dáranir lo interrumpió.
—La ley, por desgracia, no se aplica de la misma forma a los
nobles.
Todos en la sala, menos el hombre corpulento, se miraron entre
ellos confusos. Scarlett la que más.
—Discutible, ¿pero qué tiene que ver? —continuó el joven.
El capitán sonrió con cierto misterio y extendió los brazos,
abriéndolos hacia Scarlett. Los Guardianes se giraron hacia ella.
—Es noble.
Scarlett estaba perdida en la conversación. No entendía por qué la
estaban mirando tan fijamente, como si todas las respuestas estuvieran en su
cara. Puso la silla por delante, como para escudarse de sus ojos y como vio que
nadie hablaba, supuso que era un buen momento para hacerlo ella.
— ¿Os referís a mí?
— ¿A quién si no? —preguntó el capitán como si fuera obvio.
—Disculpad mi rudeza, señor, pero yo tengo de noble lo que vos de
granjero.
Por un momento pensó que había sido demasiado atrevida al decirle
eso a un líder de la Guardia, no obstante, su comentario fue recibido con risas
suaves por parte de este mismo, la Guardiana rubia y el hombre alto. Los otros
dos permanecieron serios.
—Tal vez. O tal vez no. Julian, tráenos el tomo de Arkiria de las
Líneas de Sangre de la Guardia.
Julian obedeció y se puso a buscar entre las estanterías. Poco
después apareció con un libro grueso y viejo, pero sin una mota de polvo
encima.
Dáranir lo abrió sobre la mesa, girándolo para que quedara el lado
derecho hacia Scarlett. Mientras pasaba las páginas, fue explicándole el
contenido de libro.
—Estas son las Líneas de Sangre de los Guardianes del reino de
Arkiria. Significa que cada Guardián, sin importar su rango, está entre estas
páginas y que cada líder tiene aquí su árbol geneológico y sus hazañas. Pero lo
que más detallado viene son los miembros de la familia fundadora de Arkiria:
los Chevalier.
—Mmm… ¿qué es una familia fundadora?
Julian tosió como para protestar por semejante ignorancia.
Dáranir, sin embargo, sonrió con amabilidad.
—Fueron cuatro familias de nobles, una proveniente de cada reino,
las que fundaron hace doscientos años la Guardia. María, por ejemplo, —la
mencionada levantó la mano—viene de la familia fundadora de Ozirian, los
Geneviev.
—Aunque no lo parezca. —añadió Julian.
— ¡Oye!
Tras un codazo bien merecido, el capitán prosiguió. Había llegado
a la página que quería. En ella se veía un retrato de una mujer de mediana
edad, de porte sobrio y expresión severa, que ocupaba toda la hoja. En la hoja
siguiente todo era letra y un árbol algo abstracto en el que había nombres
entrelazados con líneas que simulaban las ramas.
Dáranir señaló con un dedo a la mujer.
— ¿No te recuerda a alguien?
Scarlett se inclinó sobre la mesa para observarla mejor. Era una
dama elegante, a la vez que feroz por su mirada, e indudablemente bella, aunque
no una belleza exuberante, como la que poseía su amiga, la ninfa Larissa, sino
sencilla y natural. Desde luego no creía que hubiera muchas personas que
tuvieran esa presencia y Scarlett estaba segura de no haber conocido a ninguna.
Podría ser solo una mera imagen, mas ella casi podía sentir la fuerza y la
dignidad de aquella mujer.
—Lo siento, no me recuerda a nadie. —dijo con total seguridad.
— ¡Se parece a ti! —declaró María.
Dáranir caminó hasta su lado y le acercó un poco más el libro,
pidiéndole que se sentase.
El resto de Guardianes se juntaron alrededor de su silla, lo que
la incomodó bastante.
—Es cierto. —admitió Chelsea, la segunda al mando.
—Hay cierta semejanza…—dijo Julian, no muy convencido.
—Es pelirroja…—fue lo único que pudo ver en común Scarlett. Cogió
un mechón de su propio pelo y los comparó. —Pero no es como yo. Su cabello es
cobrizo y el mío es rojo.
La mujer del retrato tenía una melena larga hasta el pecho, de un
cálido color anaranjado y lisa como una tabla. La cabellera de Scarlett era de
una tonalidad totalmente diferente, lisa, pero mucho más rebelde y desordenada
que la de la imagen.
La mujer carecía de pecas y tenía una piel más pálida que la suya,
aunque no tanto como se podría esperar de una noble. Scarlett comprendió que
debía haber pasado muchas horas trabajando bajo el sol, como ella.
—Fíjate en sus ojos, son iguales a los tuyos. —le indicó el
capitán—Y la forma de la cara, vuestro rostro es casi idéntico.
Scarlett seguía sin creérselo.
— ¡Oh, vamos! —la apuró María—¡El parecido es claro! ¿Hace cuánto
que no te ves en un espejo?
—En el campo no solemos tener espejos, mi señora.
— ¿M-mi señora? —dijo horrorizada—Dáranir, ¿qué has hecho? ¡Ahora
piensa que por ser de una familia fundadora soy la reina!
Julian suspiró cansado de la situación.
—Imposible confundirte con la realeza, descansa tranquila.
El capitán los ignoró y con delicadeza llevó a Scarlett hasta un
espejo enorme que había en la propia biblioteca. El marco bañado en bronce y la
fina decoración la dejó embobada. Jamás había visto una artesanía tan delicada
y hermosa. Dáranir le indicó que mirase su reflejo, y así lo hizo.
No estaba acostumbrada a verse en una superficie tan lisa y
limpia, por lo que tardó un poco en habituarse a verse a sí misma. Admitió que
en parte tenían razón: los ojos verdes que le devolvían la mirada eran iguales
a los del retrato, solo que no compartían la intensidad de la expresión. Lo
mismo pasaba con las facciones: la misma cara redonda, la nariz recta y los
labios carnosos pero pequeños.
—Se parece a mí.
—En realidad, —contestó el capitán volviendo hacia la mesa y el
libro—te pareces tú a ella.
— ¿Pero por qué? —preguntó, apartándose del espejo. — ¿Quién es
ella?
—Selendre Chevalier. Fue la última capitana de la Casa Esmeralda,
en el reino de Arkiria. Tiene múltiples títulos, también fue la última
Elementar del Fuego que se haya conocido.
Scarlett recordaba algunas historias que Larissa le había contado
sobre los Elementar. Pero a ella siempre le habían sonado a cuentos para niños,
aunque le gustaba pensar que eran reales y que existía tal magia allá afuera.
—Julian, lee en alto el árbol genealógico de la capitana
Chevalier, por favor.
Julian comenzó la lectura:
—Selendre Chevalier, hija de los Guardianes Daren Chevalier y Unma
Chevalier. Casada con Énezor, un Guardián de la Casa Zafiro que al contraer
matrimonio cambió su apellido por el de ella y cambió su Casa. —hizo una pausa—El
matrimonio tuvo tres hijos, dos varones, el primogénito Énizur, el segundo
Valtor y una niña, Rouna. Énizur no se casó ni tuvo descendencia, aunque sirvió
como Guardián en la Casa Esmeralda, Valtor falleció en batalla y Rouna se casó
con Jeffro, un Guardián de la Casa Escarlata.
Scarlett sentía que la cabeza empezaba a darle vueltas. Demasiados
nombres, demasiadas relaciones y ya estaba algo perdida. Aún así, continuó
prestando atención.
—Ahora viene lo interesante. —dijo Dáranir.
—Del matrimonio de Rouna y Jeffro nacieron…—Julian se calló abruptamente.
Releyó varias veces lo que venía a continuación para sí mismo. —No me lo creo.
Dáranir sonrió.
—Continúa.
El muchacho se aclaró la garganta y siguió.
—Nacieron Aiden, Scarlett y Minna Chevalier.
—No puede ser. —murmuró Chelsea.
—Oh, pero es. —confirmó Dáranir.
Scarlett no pudo evitar acercarse a mirar por sí misma aquel
extraño árbol. Por supuesto, sin apenas saber leer, poco pudo entender.
— ¡Por todos los Dioses! ¿Es ella esa Scarlett? —chilló María.
— ¡Yo no soy ella! —respondió Scarlett.
— ¡Por eso te pareces tanto a Selendre! ¡Dioses míos, es tu
abuela!
—Calmaos todos. —ordenó Dáranir elevando la voz por encima de los
murmullos y gritos que se iban formando—Scarlett, ¿te encuentras bien?
—Sí. Pero creo que ha
habido un enorme error, capitán. Enorme.
El capitán le puso una mano sobre el hombro para reconfortarla.
Scarlett lo miró con el ceño fruncido, cada vez más confusa con toda aquella
situación que parecía una locura.
—Ahora entiende por qué me gustaría que te quedases aquí unos
días. Sin duda esto es demasiado que asimilar tan de repente, incluso para
nosotros.
—Yo no soy ella. —repitió Scarlett.
—Será mejor si tenemos una conversación más tranquila. Esto va a
llevar tiempo. —hizo una seña con la cabeza y los Guardianes salieron de la biblioteca
cada cual más estupefacto que el anterior—A veces les gusta demasiado montar
alboroto.
Scarlett asintió, en silencio, pero se negó a sentarse cuando
Dáranir apartó una silla para ella. Estaba demasiado confusa y nerviosa, y se
puso a andar de un lado a otro de la habitación. Por el contrario, el capitán
se sentó pacientemente en un sillón de cuero y esperó a que se calmase.
De vez en cuando, pasaba por delante del espejo y se miraba de
reojo, buscando alguna similitud en su rostro sucio y común con el de la mujer
fiera y digna del retrato. Imposible.
—Puede que todo sea
una coincidencia…
Dáranir sonrió
agachando la vista.
—Sí, es posible. Te
pareces a Selendre Chevalier, aunque no lo veas, pero podría ser una
coincidencia. Una broma del destino.
— ¡Exacto! —lo apoyó
ella, cruzándose de brazos. Casi parecía aliviada.
—Y puede que el que
tengas el medallón de los Chevalier desde que tienes memoria sea una
coincidencia, también. Y que no conozcas a tus padres, ni a tu familia. Oh, y
que la hija mediana de Jeffro y Rouna Chevalier se llame Scarlett.
Scarlett se mordió el
labio inferior y volvió a darle la espalda. Habló así, porque no se sentía en
condiciones como para decir lo que tenía que decir cara a cara. Estaba incómoda
en aquella situación. Toda su vida había sido una campesina que vivía alejada
del mundo, en su granja, una vida apacible y tranquila, sin dar problemas ni
encontrarse con ellos. En unos días, había estado a punto de perder esa vida en
dos ocasiones y ahora estaba en una Casa de la Guardia, con el mismísimo
capitán de esta diciéndole que podría ser la hija perdida de una honorable
familia de Guardianes.
—Esto es de locos. —dijo
en bajo.
—Si te sirve de
consuelo, yo estoy igual de sorprendido. Cuando me levanté hoy por la mañana no
suponía que encontraría a la última Chevalier rondando por mi ciudad.
—Esperad un momento…
¿la última? ¿A qué os referís con eso?
La expresión de
sorpresa de Dáranir le dejó claro que esperaba que ella ya lo supiera. Pero la
sorpresa fue transformándose en compasión y eso le infundió un miedo
desconocido para ella hasta ahora. No era estúpida, se intuía a qué se había
referido el capitán.
—Es de conocimiento
común, pero…la familia de los Chevalier murió en un accidente hace once años en
la mansión.
Scarlett se sentó
abruptamente al lado de Dáranir, mirando al suelo y a sus zapatos descosidos.
La noticia le dolía, aunque sabía que su dolor era un sinsentido. No los
conocía de nada, y a cada minuto que pasaba en esa lujosa Casa, más fuertes
eran sus ganas de volver a su vida sin altercados.
—Capitán, cada vez
comprendo menos la situación…si la familia murió en ese accidente, ¿por qué
esperáis que yo sea la hija de ese matrimonio? —dijo mientras el dolor se
entremezclaba con el enfado y el sentimiento de que se estaban burlando de ella. Tal y
como se había sentado por la fuerza de la noticia, se levantó—Si deseáis
encontrar una heredera, excavad en una tumba.
El capitán, lejos de
ofenderse por sus palabras o su comportamiento impertinente (Scarlett bien
sabía que acaba de ser maleducada con un noble, e increíblemente, empezaba a
darle igual), se levantó, recogió el libro de los linajes de sangre y
se lo entregó.
—Yo tampoco sé cómo
sobreviviste, Scarlett. ¿Por qué murió tu abuela, la Elementar del Fuego, en un
incendio, y sobrevivió una niña de seis años sin poder alguno?
Scarlett estrechó el
libro contra su pecho, quizá intentando aliviar el pequeño pero molesto dolor
punzante que se acumulaba en su corazón.
— ¿Fue un incendio?
—Eso me temo. Un
desafortunado accidente que acabó con la vida de un linaje entero en un solo
día. Fue una tragedia terrible. Sin embargo, eso ocurrió hace más de una
década, y ahora estás aquí, este es el presente y es lo que importa. Por favor,
quédate. Si eres una Chevalier, tu lugar está con nosotros.
Scarlett frunció el
ceño. Acababa de escuchar una mentira. Era una humana en un reino de entes, su
única amiga era una ninfa, pero no podía entrar el bosque, porque el resto de
ellas despreciaba a los humanos, no podía pasear libremente por la ciudad
porque podrían arrestarla y matarla.
—Yo no tengo un lugar
aquí, Capitán. Soy humana.
—Estoy al tanto.
— ¿Y por qué mi cabeza
sigue sobre mis hombros? —Scarlett no le dio tiempo a responder. Ya la habían
visto, ya no tenía mucho que perder—Porque creéis un cuento fantasioso sobre
herederas nobles perdidas. ¿Y si no lo fuera? ¿Y si resultase ser en verdad
solo una granjera, con sangre común, una campesina por dentro y por fuera?
¿Seguiría mi cabeza en su sitio?
Dáranir quedó un tanto
perplejo. No acostumbraba a encontrar a gente de clase baja que respondiese de
aquella manera a los Guardianes. Él solía ser amable, pero el miedo era
imposible de quitar cuando es la misma institución en la que trabaja la que lo
imparte. No obstante, notó como los hombros de Scarlett temblaban ligeramente,
y como su vista seguía fija hacia abajo, aunque su tono fuera algo impertinente
y lo que decía estuviese juzgando un sistema de leyes muy por encima de ella.
—Tendrías una semana
para abandonar este reino e ir a Regardezt o Narendil, reinos de humanos donde
te correspondería estar.
Scarlett alzó la
vista, sin duda no esperando esa respuesta.
— ¿Y si no abandonase
tras pasar los siete días?
—Entonces,
ejecutaríamos la ley.
Los temblores de la
muchacha aumentaron.
—Pero es imposible
cruzar el Muro sin ser vista.
Dáranir asintió.
Scarlett sonrió con
amargura. Sentía que podía decir lo que pensaba, porque como el mismo capitán
acababa de asegurarle, si el destino se tornaba en su contra, y resultaba no ser
quien ellos creían que era, estaría condenada a muerte.
—Entonces rezaré por
ser la Scarlett que esperáis que sea. ¿Cómo podríamos comprobarlo?
El capitán le puso las
manos sobre los hombros, en un intento de parar sus temblores, pero Scarlett
desconfiaba ahora de él, y solo lo empeoró. Al darse cuenta de esto Dáranir, se
separó de ella.
—Para mí hay pruebas
más que suficientes. Sin embargo, si tan preocupada estás, enviaré misivas a
algunos antiguos amigos de la familia Chevalier, y que nos den su opinión. Si
ellos también te creen la verdadera Scarlett Chevalier, no tendría sentido que
siguieras albergando dudas, ni tampoco nosotros.
La joven pelirroja
aceptó.
—Me gustaría hablar
con el preso.
—Por supuesto. Aunque
mantente a una distancia prudencial, enviaré a Jul…mejor, a María, contigo. —Dáranir soltó un suspiro—Julian
puede ser algo difícil de tratar, pero estoy seguro de que harás buenas migas
con María. Es una chiquilla encantadora.
María era tan
encantadora como la había descrito y como a Scarlett le había parecido al
conocerla. A Scarlett le agradó su compañía, pues no mencionó en ningún momento
a los Chevalier, ni la conversación que se había mantenido en la biblioteca.
Solo la guió al piso inferior, por el túnel de la izquierda, a las mazmorras. Giraron
varias veces, tomando varios pasillos, y Scarlett se sorprendió una vez más de
lo grande que era la casa aunque no lo pareciera. Ella, acostumbrada a las
cosas más pequeñas, pero también más acogedoras, se preguntaba para qué
necesitaban tanto espacio cinco personas.
Al decir esto en alto,
María se había reído y había comentado que también vivía allí su tía, quien
resultaba ser por otra parte la cocinera.
—Aquí están las
mazmorras…mmm… ¿qué había dicho Chels? ¿Celda seis?
—Creo que era la siete.
— ¡Lo que yo decía!
Scarlett sonrió. Desde
que había entrado en aquella casa se había sentido tan incómoda que no había
sonreído de forma natural ni una sola vez. En parte tenía miedo, todos la intimidaban:
el capitán, por su posición y autoridad, la segunda al mando, por su seriedad y
su carácter estricto, y el joven Julian, porque él en sí era intimidante, y
grosero.
María era todo lo
contrario a cualquiera de ellos y a lo que Scarlett se habría imaginado por un
Guardián. Era la única persona que no veía como una amenaza, simplemente era
una persona. Scarlett se permitió relajarse junto a ella.
—Aquí estamos, celda
siete. ¡Ey, tú, despierta! La señorita ha venido a hacerte una visita.
El prisionero abrió
los ojos bostezando.
—Qué afortunado soy.
—Tengo que quedarme
aquí por seguridad, no te acerques a las rejas.
—De acuerdo. —Scarlett
se arrodilló para poner su cara al nivel de la del prisionero. Este se acercó y
agarró los barrotes. —Eh…hola.
Se miraron a los ojos
unos segundos, y acto seguido el preso empezó a reírse. Soltó las manos de los
barrotes y se sentó cruzando las piernas. Parecía de buen humor.
—Hola. —le respondió.
—Hola.
Preso y muchacha se
giraron algo confusos al oír a María saludar. El preso volvió a reír.
— ¿Esa también es una
Guardiana? —le preguntó a Scarlett.
— ¡Lo soy!
—Lo es.
—Vaya. Bueno,
señoritas, seré cortés y me presentaré. Creo que no lo he hecho hasta ahora. Mi
nombre es Kira. —fingió estarse quitando un sombrero invisible y Scarlett vio
las cadenas que llevaban en las muñecas—¿Con quién tengo el placer de estar
hablando?
—Me llamo Scarlett.
Scarlett tenía la
sensación de que no paraba de presentarse últimamente. Al oír su nombre, algo
extraño brilló en los ojos azules del prisionero. Fue tan breve, que Scarlett
creyó habérselo imaginado.
— ¿Algún apellido
detrás de ese nombre?
Scarlett negó con la
cabeza. El llamado Kira suspiró.
—Seguro que no. —dijo
misteriosamente.
— ¿Kira? —el susodicho
elevó la vista hacia ella—Voy a intentar ayudarte, pero me gustaría saber por
qué me salvaste esas dos veces. Ni siquiera nos conocemos.
—Bueno, ahora sí nos conocemos. Digamos que soy un
buen samaritano.
Entonces María
intervino en la conversación.
— ¿Un buen samaritano
es un delincuente? Creo recordar que estás acusado de robo, allanamiento de
morada, resistencia a la autoridad, escándalo público…y podría seguir un buen
rato.
Scarlett se volvió a
preguntar si hacía bien en intentar liberar a alguien así, pero le debía la
vida y tenía que pagárselo.
—Todo es relativo,
rubita. Ellos opinan que una pelea en la taberna de una bruja es escándalo
público, yo opino que es entretenimiento y ejercicio para los músculos. Además,
encuentro la resistencia a la autoridad terriblemente atractiva. —sonrió con
golfería y se encogió de hombros, lo que le dio cierto aire infantil.
La “rubita” puso los
brazos en jarras y se inclinó hacia delante, desafiante.
—Si tuvieses una pelea
de verdad se te quitarían las ganas de infringir las normas.
El preso se echó a
reír.
— ¡Guau! ¿Te gustaría
ser la que me quite las ganas de infringir las normas?
—No se me permite matar
prisioneros.
Scarlett estaba
perpleja por el rumbo inesperado que había tomado la conversación. Ambos
hablaban de forma casi amistosa, como si fueran dos viejos amigos que pelean a
menudo. Se alegró de la decisión del capitán de hacerla bajar a las mazmorras
con María. Estaba segura de que la charla habría tomado un camino muy diferente
si fuera Chelsea o Julian los que estuvieran allí en ese momento.
—No soy tan fácil de
matar, créeme. Pero es un trato. Cuando salga de aquí te daré la oportunidad de
patearme el culo.
María se crujió los
nudillos con una sonrisa engreída.
—Con gusto, aunque yo
en tu lugar no tendría tanta seguridad en salir de aquí.
—Nuestra amiga
pelirroja me ayudará, ¿verdad?
—Intentaré librarte de
los cargos de asesinato. —dijo, incorporándose—Mas las otras cosas que hayas
hecho para merecer estar tras las rejas no me incumben.
Kira hizo una mueca.
— ¡Qué fría! Y yo que
pensaba que me ibas a defender. Bueno, mala suerte. Tendré que recurrir a mi
encanto personal y seducir al capitán.
María tuvo que ponerse
una mano sobre la boca para no reír ante el espontáneo comentario. Scarlett
tampoco pudo evitar una sonrisa.
— ¡Suerte con eso!
***
Tras hablar con el
prisionero, Kira, Scarlett había querido dar de una vez su testimonio, pero el
capitán la había hecho esperar hasta el día siguiente. Entre tanto, le dijo que
podía hacer lo que le placiera en la Casa mientras que no saliese de los territorios.
Se sintió un poco
culpable al ver que María se dedicaba a hacer la cama, airear y, en resumen, preparar todo de lo que sería
su nueva habitación, pero no aceptó que le echara una mano y la envió fuera.
Scarlett se sentía incómoda. Toda su vida había visto a los Guardianes como
soldados a los que temer y sin apenas llevar ni un día allí, la trataban como
una huésped. Al menos la mayoría de ellos. Se había cruzado un par de veces con
el chico de la biblioteca por los pasillos, y si las miradas matasen…
El hombre corpulento,
llamado Mark, se había ofrecido a enseñarle el resto de la Casa.
Lo primero que le
enseñó fue la cocina. Era un lugar exageradamente grande para lo que Scarlett
había entendido por cocina hasta el momento y el ambiente era cálido, con un
fuerte olor a moras y fresas en el aire. Pronto entendió de dónde venía: había
una anciana metiendo una tarta en el horno. Scarlett pensó en la señora Pania.
Seguro que estaría preocupada por ella, o al menos, porque las tareas del día
estarían sin hacer.
— ¡Tía! —saludó Mark a
la anciana.
Scarlett se
sorprendió. Recordaba a María comentar que su tía trabajaba en la cocina.
En cuanto la mujer se
giró Scarlett notó la descomunal diferencia que había con la señora Pania. Tan
solo tenían una edad semejante, pero la cocinera parecía algo más joven. Tenía
el pelo blanco como la nieve, corto hasta los hombros, la cara redonda y un
rostro tierno, plagado de arrugas. Era de constitución robusta en comparación a
la señora Pania, que estaba en los huesos.
—Ah, Mark. Buenos
días. —de pronto se fijó en Scarlett y se limpió las manos manchadas de harina
en el delantal—Buenos días a vos también, señorita. Nadie me informó de que
teníamos invitados.
—Oh, no, no soy una…
—Esta es Scarlett,
tía. Se quedará con nosotros unos días para ayudarnos a solucionar un problema
con un preso. —la cortó Mark. —Esta es Renela Geneviev, nuestra excelentísima
cocinera.
La anciana tosió algo
avergonzada.
—Vamos, vamos, ya será
para menos. Mi sobrino siempre ha sido un adulador nato. —dijo dirigiéndose a
Scarlett. —Llámame Ren, si no te importa, querida. Me molestan las
formalidades. ¿Tienes hambre?
Scarlett iba a decir
que no (no quería deberle nada a la Guardia) pero su estómago tenía ideas
diferentes y decidió ponerse a gruñir.
—Un buen estofado
mantendrá calmadas a esas tripas. —dijo con convicción.
— ¡No, no es
necesario, de verdad!
Su estómago volvió a
rugir al oír la palabra estofado y Scarlett apretó los puños, enojada y
abochornada.
—Tonterías. No voy a
permitir que te mueras de hambre en mi cocina, querida. Además—añadió con una
sonrisilla malévola—me sobra una ración. Llevo todo el día intentando que ese
holgazán de Julian salga de la biblioteca y venga a comer, pero no hay caso.
Pues no señor, no voy a tirar la comida que me desprecian teniendo quien la
quiere. Ale, ale, que aproveche.
Le puso un plato
enorme de estofado en la mesa y la obligó a sentarse y comer. Scarlett estaba
en un principio aterrorizada de lo que haría Julian si se enterase de que
estaba tomando su comida, pero en cuanto probó el primer bocado, todas las preocupaciones
desaparecieron de su mente. Estaba delicioso. En casa cocinaba siempre ella, y
aunque no se le daba mal, esto era excepcional y tenía muchos más ingredientes
de los que ella podría poner en una comida normal.
Los Guardianes la
habían retenido desde temprano en la mañana, por lo que no había comido, así
que devoró el guiso con ansia y rapidez.
— ¿Está bueno? —preguntó
la cocinera.
Scarlett paró de
engullir y se sonrojó.
—Delicioso. Muchas
gracias.
—Da gusto cocinar para
quien lo aprecia, si quieres repetir, hay más.
—Lo dice en serio. —comentó
Mark, quien se había sentado en otra silla y la observaba comer—No me preguntes
que les pasa a las mujeres de esta familia, pero adoran cebar a todo lo que se
mueve.
Scarlett, acabado el
plato, lo apartó y sonrió agradecida a Ren.
— ¿Puedo haceros una
pregunta? —dijo al Guardián.
—Claro. Llámame Mark,
por favor, y no me trates de vos, a mí tampoco me gustan las formalidades.
—Lo siento, se me hace
raro tutear a un Guardián.
—Comprensible. Pero
insisto. ¿Cuál era tu pregunta?
— ¿María y…tú, sois
primos?
Mark asintió.
—Sí, es mi prima
pequeña. Ren es nuestra tía.
No se parecían mucho
físicamente. Mark era muy alto y corpulento, de pelo cobrizo, rizado y ojos del
color de la miel. María era de baja estatura, de ojos grises y cabello rubio
claro. No encontraba mucho parecido entre el rostro de Ren y los suyos, pero
los tres compartían la misma sonrisa cándida y, a juicio de Scarlett, eran
buenas personas.
Aún así, una duda
seguía incomodándola.
—Mark, ¿cuándo crees
que pueda marcharme?
Ren se puso a fregar
los cacharros, fingiendo no escuchar.
—No lo sé. Eso es
decisión del capitán. Ser o no ser una Chevalier no es moco de pavo, Scarlett.
Tenemos que indagar en el asunto y necesitamos tiempo. Además del problema con
el prisionero.
— ¿Si fuera declarado
inocente por los asesinatos lo dejaríais en libertad?
—También depende del
capitán, aunque yo creo que tendría que quedarse bastante tiempo encarcelado
para pagar. Tiene que cumplir un castigo, de eso no tiene escapatoria. Ahora bien,
si como dices tú, se le declara inocente de los crímenes de sangre, no
tendríamos que informar a la Guardia. Lo mantendríamos bajo nuestra custodia,
supongo. No de por vida, ¿seis meses, un año, dos? Dáranir decidirá.
Como Scarlett no sabía
qué cosas había robado, ni que otros crímenes podía haber cometido, no juzgó la
posible sentencia. No sería condenado a muerte y eso era lo que importaba.
Tampoco estaría encerrado de por vida. Satisfecha con la respuesta, se levantó
de la mesa y volvió a agradecer a la cocinera.
Mark siguió
acompañándola por la Casa, mostrándole los sitios que María no le había
enseñado. La llevó a la buhardilla, llena de polvo y desorden, más parecida a
un almacén de objetos aleatorios que a otra cosa. Mark explicó que funcionaba
como una especie de trastero donde guardaban lo que no tenía sitio en el resto
de la casa. Solo la buhardilla ya tenía el mismo tamaño que el primer piso de
la granja. En el segundo piso tan solo estaba su habitación.
Luego, la llevó al
exterior. Los jardines eran, como cabía esperar, extensos y llenos de árboles
que jamás había visto. No solo había árboles, sino muchas flores: rosales, margaritas,
dientes de león, acacias…Pero lo que atrajo la atención de Scarlett fue un
conjunto de tulipanes de distintas tonalidades: rojos, amarillos, rosas,
blancos…
Rápidamente se acercó
a ellos, arrodillándose y los olió. La fragancia le recordó a Larissa. En su
última conversación, esa misma mañana, habían bromeado acerca de qué le
sucedería ese día al ir a la ciudad.
Scarlett acarició una de las flores rojas con
tristeza. Era una tonta. Apenas llevaban medio día separadas y ya la echaba de
menos.
Desde el jardín,
observó la Casa Gris, que se levantaba alta y solemne, fuerte y dura. Esa
visión, ese lugar, esas flores. Había algo en su interior que le decía que
tardaría mucho en volver a ver a Larissa.
Holaa^^
ResponderEliminarBueno, PRIMERA SEGUIDORA! xD
Sólo quiero decirte que casi me hecho aquí yo a llorar T.T
Pobrecita..ella que pensaba que algún día podría encontrar a sus padres..pero Kira ha sido muy amable con ella y ha estado ahí cuando la necesitaba:)
Bueno, quiero decirte que me alegro que no decidieras cerrar el blog^^ Quiero saber cómo continuará la historia:D
Publica pronto!
Besoos!
PD: podrías pasarte si puedes por mi blog y das tu opinión?(:
GABY GABY GABY GABYYYYYYYYYY T________T
ResponderEliminardigo lo mismo que patricia casi me pongo a llorar por scarlett... jummm... pobrecita...
Ayyy adoro a Kira es mi personaje favorito ^^ fue tan tierno (L)
sigue así guapa! un beso y publica prontooo!
Qué capítulo más precioso, en serio. Pobre Scarlett que ha perdido a toda su familia. La pobre se siente más sola que la una. Casi me pongo a llorar aquí, como ya te han dicho. Pero, como no, el fantástico Kira la ha ayudado. No me digáis que no son los mejores!!! (además del putón de Larissa, todo hay que decirlo). En fin, que espero leer el capítulo 7 pronto no, prontísimo :) Ya sabes que me encanta cada capítulo que leo más aun. Felicitaciones, porque tú si que vales para esto!
ResponderEliminarQué faceta tan tierna ha mostrado Kira!! [L] Me encanta la trama! Es fantasía, pero no de esa tan pegajosa y repetitiva. Es una historia muy fresca e inovadora. Me gusta, me gusta!!!
ResponderEliminarSigue cayéndome mal el bibliotecario jejeje. Interesante lo de los Chevalier aunque lo he notado un poco forzado aunque también sigues manteniendo el misterio de saber cómo y por qué y sobre todo quién o quienes quisieron matarlos. También cómo Scharlett consiguió escapar.
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